Autor : Roberto Restrepo Ramírez

Carátula del libro.Obra: “Persistencia de la memoria”. Autor: Henry Villada Tamayo, primer puesto en el Salón de Artistas Quindianos “Armenia, Municipio 100 años”.
Un recorrido por la historia de algunos barrios con trascendencia histórica de la capital quindiana.
El 28 de agosto de 2023 conocimos, otra vez, el dolor de la tragedia en la ciudad de Armenia por cuenta de un incendio pavoroso en el barrio Boyacá, que llenó de luto a varias familias de ese sector populoso de la capital del Quindío. El barrio fue noticia 20 años antes -en el año 2003- cuando escuchamos la versión que rememoraba su fundación, junto con otras historias singulares. La Corporación Municipal de Cultura de Armenia emitió al conocimiento público un libro especial, donde varias crónicas escritas por ciudadanos de la capital del Quindío nos referían sus vivencias, anécdotas y relatos, alrededor de sus barrios de habitación en la Ciudad Milagro. El alcalde de entonces Mario Londoño Arcila y la Directora de la dependencia cultural entregaban a la comunidad una obra titulada ‘Historias barriales de Armenia’, como culminación de un proceso que se había surtido meses antes, llamado ‘Primer concurso de historias barriales de Armenia’.
En ese libro (Pixel Publicidad, Armenia,2003) de 223 páginas, los cuyabros conocerían detalles inéditos de los barrios de Armenia, gracias a la escritura de sus historias, realizadas por líderes y lideresas de los sectores que respondieron al llamado. Uno de aquellos ensayos fue escrito por la valiosa mujer llamada Libia Zuleta Gómez, periodista de Armenia y directora-fundadora del periódico ‘Tigreros’. Ella falleció y años más tarde recibió el grado póstumo como profesional del Derecho en la Universidad La Gran Colombia. Ganó ella, en mérito a su dedicado escrito, el primer premio del Concurso, de acuerdo con el examen minucioso de cada uno de los trabajos presentados, realizado por tres miembros del Jurado Calificador. Estuvo integrado ese trío evaluador por el periodista Alfonso Osorio Carvajal, el profesor de la Universidad del Quindío Gustavo Pinzón Sánchez y el historiador John Jaramillo Ramírez.
El ensayo premiado con el primer lugar, de 32 páginas, reunió el compendio de información sobre tres barrios de Armenia. Había sido presentado por Zuleta Gómez con los siguientes títulos: “Un barrio llamado Boyacá”. “Camino de Puerto Espejo”. “La Clarita, sus personajes y su historia”.
El año anterior a la publicación del libro -y como asesor del Concurso- tuve la oportunidad de conocer a Libia Zuleta Gómez y a los otros escritores participantes, todos ellos auténticos comuneros, pues realizábamos con su presencia, y en todos los barrios y comunas de la ciudad, los talleres de sensibilización alrededor del recuento de relatos y la remembranza de sitios de encuentro, hitos de la memoria y datos importantes sobre el transcurrir ciudadano. En la presentación escrita del libro, página 5, la directora de la Corporación Municipal de Cultura (entidad más conocida hoy como Corpocultura), Lina María Mejía Sierra, escribió lo siguiente:
“...De todo ese acerbo de historias recibidas se preseleccionaron 16, que son las que hoy, con orgullo justo, estamos entregando en esta edición. Desde Corocito hasta el puente Don Nicolás, desde el barrio Vélez hasta La Isabela y El Limonar, los autores recorrieron a todo lo largo y ancho de nuestra geografía municipal, esos sectores que encierran todo su afecto, sus nostalgias y sus memorias...”
Los tres miembros del Jurado se basaron en los cuatro objetivos del concurso:
- Promover el sentido de pertenencia en los barrios de la ciudad.
- Contribuir al conocimiento y apropiación del patrimonio cultural tangible e intangible de Armenia.
- Animar a las comunidades barriales de Armenia a fortalecer el sentido cívico de colaboración y construcción de ciudadanía.
- Crear, desde la apropiación de sus bienes patrimoniales, un verdadero clima de convivencia ciudadana en los barrios de la ciudad.
A su vez, otro de los asesores del proceso, el desaparecido escritor Carlos Alberto Castrillón, nos recordó en el prólogo la definición del barrio, desde la concepción del investigador francés Henri Lefevre, como “el espacio de lo doméstico agrupado en torno a un elemento simbólico”. Y así fue como descubrimos importantes referentes en cada uno de esos sectores urbanos pues, como lo sigue mencionando Lefevre, en el barrio ocurre “la animación completa de la vida, las condiciones de una cierta dicha, la lucha contra la monotonía y el aburrimiento”.
A decir verdad, cuando escuchamos, de labios de Zuleta Gómez, el nombre de su barrio Boyacá (el de sus afectos y alegrías familiares) era la primera vez que conocíamos la historia de aquel sector, considerado por ella, en la parte sur de Armenia, como uno de los más destacados: “...El barrio Boyacá lo constituía una vía larga de norte a sur, por aquí el camino conducía al Valle y por consiguiente era el paso obligado para el comercio con esa importante región”.
El barrio Boyacá fue, a comienzos del siglo XX, según su relato, el sector que antes se denominaba Las Palmas. Fue el lugar a donde llegaron sus ancestros, haciendo parte de esa migración antioqueña que se desplazó hacia el sur. El patricio Pedro José Zuleta Sierra y su primera esposa, María Antonia Cadavid fueron los protagonistas, con sus hijos, de la jornada ardua como emigrantes que, “con las primeras luces del alba, emprendieron el viaje del futuro y las esperanzas, acompañados de una recua conformada por 15 mulas, tres perros de caza y dos criollos, animales imprescindibles para adentrarse en los difíciles terrenos selváticos y montañosos”.
El relato de la apreciada periodista aborda varias facetas, entre muchas de sus recuerdos:
La cercanía con la zona de tolerancia conocida en 1920 con el nombre de Las Brumas. La vida activa del Boyacá por el asentamiento de otras familias de migrantes, cuyos miembros se ocuparon en las grandes empresas de entonces, como el almacén de don Vicente Giraldo o las trilladoras de café, pues las obreras escogedoras vivían en ese barrio. La celebración, en 1925, por primera vez en Armenia, del Día del Trabajo, con reinado y carrozas, y en el que fue coronada la concursante Cándida Rosa Flórez Grisales como la “Flor del Trabajo”. Las carrozas participantes, conducidas por caballos, siendo una de ellas la de “las señoritas Dará Gómez y Sara Uribe, representantes de la fábrica de Gaseosas Posada Tobón y cuya foto la autora anexó al escrito.
Carroza de Sara Gómez y Sara Uribe. Celebración del Día del Trabajo. Foto de 1925.
La existencia de muchos establecimientos de industria y comercio, como la fábrica de velas y de salchichón, la gran panadería de la familia Bustamante, así como la sastrería de la familia Vadillo o la tienda de don Pedro Londoño, donde “vendían las mejores arepas y génovas del sector”. La entrada de los primeros vehículos automotores a la ciudad, pues el paso obligado fue por el Boyacá. Los juegos callejeros, como el de canicas con corozos de palma, la gallina ciega, la cuerda, la lleva, los econdidijos y los encostalados. La construcción de la primera bomba de gasolina. El paso, todos los días, de un carro con cabina y carrocería de madera, que lucía un amplio parabrisas con el nombre de Cachipay y cuyo dueño era un español, don Ramón Ochoa, bajo de estatura y quien vestía con corbatas de colores. La mención de Zapata, “un jovencito que recorría el barrio Boyacá con un cajón de madera colgado al hombro, donde vendía helados cuadrados, de diferentes colores, con palo de guadua”.
Luego de este recuento, la cronista menciona los detalles del segundo matrimonio de don Pedro José Zuleta con Sara Gómez (sus padres), nieta ésta del fundador del barrio, don Rafael María Uribe. Todo lleva a la mejora en la solvencia económica del segundo matrimonio y en cuya unión llegarían otros 11 hijos. Fue la ocasión para hacer Zuleta Gómez una mención significativa:
“Los vecinos del Barrio progresan a la par y la mayoría de ellos habían adquirido tierras productivas por los alrededores de Puerto Espejo, lo que permitía una convivencia sana, respetuosa y solidaria”.
Otros fragmentos de historia vienen en tan agradable relato, en los que no podían faltar la llegada del tren en 1927,el primer accidente de tránsito y el arribo y establecimiento en el barrio del matrimonio integrado por Emilio Valencia y su esposa Rosalba Elena Diaz. También menciona el terremoto de 1938, que sólo susto produjo y nada de daños en las casas tradicionales. La construcción, desde 1952,de otros barrios aledaños, como el Brasilia o el trazado de la carrera 19 hasta Tres Esquinas. La demolición, en la década de los 80,de las viviendas que se habían levantado desde su fundación, a principios del siglo XX.
Pero toda historia tiene sus tópicos de gloria y de retroceso. Y así culmina el escrito de Zuleta Gómez, con tono de desesperanza:
“Esta demolición, a pesar de haber propiciado un paisaje hermoso al entorno, hizo que de allí emigraran muchos negocios y con el correr del tiempo el barrio fue perdiendo su desarrollo inicial. Vino luego la tragedia del 25 de enero de 1999. Boyacá, como el más histórico de los barrios del sur, no soportó la fuerza de la naturaleza que lo ha mantenido de rodillas. Parte de su entorno ya se conoce como La Secreta, y se seguirá llamando así por el énfasis que se le dio al malogrado proyecto de la piscina de olas que se pensó construir en el río Quindío, para sana distracción de las clases populares”.
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El segundo relato, sobre Puerto Espejo, detalla costumbres y aspectos humanos sobre sus pobladores. Y en especial se refiere a la famosa fonda Puerto Espejo. Esto dice uno de sus apartes:
“...Sus instalaciones eran visitadas con frecuencia por personajes como Luis Vidales, Bernardo Gutiérrez H., Jairo Baena Quintero, Julio Alfonso Cáceres y Baudilio Montoya, que se refugiaban en este lugar estratégico para aislarse de algunos elementos absorbentes de la ciudad...”.
En el tercer relato del escrito de Zuleta Gómez (merecedor del primer premio),y como lo indica su título, las reseñas de los habitantes del barrio La Clarita no podían faltar. Entre ellas la de su propia familia, ya que ellos habitaron también ese sector. Y además, una graciosa anécdota de carácter fabuloso:
“... vivió doña Sara Gómez viuda de Zuleta, con sus cinco atractivas hijas: María Glenis, Rubiela, Cecilia, Olga y Libia, quien se encontraba vinculada al Diario del Quindío. Frente a la vivienda de ellas, por la calle, residía don Humberto Múnera y familia; por el lado de la carrera, don Francisco Elejalde y su esposa Emma. Ella contaba que recién ocupada la casa que les adjudicó el Inscredial, en el solar que aún no tenía muros ni cercas, vió un león junto a unas matas de plátano, por lo cual saltó gritando y pidiendo auxilio a los vecinos, que no podían dar crédito a lo que escuchaban, hasta que en efecto comprobaron la presencia del animal que había escapado de un circo que estaba de paso por Armenia”.
El segundo y tercer puesto del Concurso de Historias Barriales de Armenia fueron para las historias tituladas “El barrio Vélez” y “Más allá de La Calle Real”. En ellas, sus autores, Rosa Emma López Neira y Alejandro Romero Cardona nos revelan datos importantes. En lo relacionado con el barrio Vélez, la señora López Neira incluye la reseña de la familia de Ismael Revelo y doña Uvaldina Laguna, matrimonio inmigrante de tierras de Nariño y Cundinamarca. Eran propietarios de la famosa Sastrería Revelo. O el relato sobre don Carlos Sánchez, uno de los arrieros famosos. Y no podía faltar el dato fabuloso, el hallazgo de dos espadas del siglo XIX en la remodelación de una casa del barrio. Mientras que, en el ensayo sobre el sector de la Calle Real, Romero Cardona se explaya en las historias del parque Los Fundadores y la carrera 14 hasta el Parque Sucre.
El arriero Carlos Sánchez, Barrio Vélez.
Las restantes 11 historias de Armenia, en aquel libro, que tiene en su portada un cuadro del artista Henry Villada, corresponden a los siguientes sectores: Comuna Cuatro. Barrio Uribe. La Isabela. Las 60 Casas. El Limonar. Barrio Belencito. Barrio Modelo Departamental. Barrio Manuela Beltrán. Barrio La Milagrosa. Barrio San José y El Bosque. Urbanización La Castilla.
Veinte años después de la publicación de aquella obra, solo los recuerdos de la época gloriosa del Barrio Boyacá y de otros sectores de Armenia rondan en la mente de sus sufridos habitantes. ¿Vendrán mejores tiempos?