Autor : Roberto Restrepo Ramírez/Especial NUEVA CRÓNICA QUINDÍO

El escritor humorístico Gonzalo E. Aristizábal Alzate.
El humor como elemento de identidad cultural de los habitantes en el Eje Cafetero.
Qué sería de nuestra terrestre vida sin el humor. Y, sobre todo, sin la delicia que nos produce leer los fragmentos alegres, escritos por nuestros cronistas del Eje Cafetero. Y, por supuesto, de los autores quindianos que nos dejaron sus agradables páginas, ya en obras publicadas con enormes dificultades, ya en páginas sueltas fotocopiadas, o en los artículos de periódicos regionales que incluían una agradable página de risibles líneas.
Para escribir este artículo dominguero de NUEVA CRÓNICA QUINDÍO acudí a la relectura de uno de los libros que dejó un simpático escritor, nacido en 1957 en Aranzazu, municipio de Caldas. En la entrevista realizada por Edilberto Zuluaga Gómez a Gonzalo E. Aristizábal Alzate, así contestó al cuestionario este sarcástico personaje:
“Soy aranzaciano modelo 57, mi signo es libra. Me faltaron cinco años para terminar la primaria. El bachillerato fue avalado por el Instituto de Crédito Territorial de esa época y soy administrador de empresas de la Nacional... de Chocolates”.
¿Qué es el humor?
- “La más alta expresión de la rebeldía”.
¿Por qué el hombre ríe?
- “Porque la risa es atributo de la razón”.
Dígame una frase para su lápida.
- “Toda la vida se rió con la gente pero ahora no se puede reír con nadie”.
El libro titulado “Guarniel de exageraciones” (Editorial Universidad Católica, Manizales, tercera edición, 2011) de este humorista provinciano me envió nuevamente al mundo del disparate, con el repaso de sus 293 páginas. El autor, Gonzalo E. Aristizábal Alzate, logró en éste - y en 11 libros más - introducirnos a todos los habitantes de esta región en la comedia bufa que dramatizamos, donde la risa que nos provoca su lectura es el común denominador genético de la herencia que nos transmitieron nuestros ancestros antioqueños. Ellos llegaron a estos lares no solo a fundar pueblos, sino a reproducir la picardía de sus dichos, cachos, chascarrillos y exageraciones. Por fortuna, Aristizábal Alzate los pudo compilar y publicar, para despertar el deleite de nuestro solaz en la lectura. Vivió solo 60 años, que tal vez parecen pocos en la existencia de un escritor. Solo espero que, en su lápida, el epitafio que él escogió para su sepultura, desde el año 2017, cuando murió, le permita descansar en paz... sonriendo.
Libro del escritor Gonzalo E. Aristizábal Alzate.
Fue prolífica su producción escrita, que también incluyó la compilación y publicación de anécdotas de Aranzazu y avisos clasificados graciosos. Su amigo Antonio Mejía Gutiérrez escribió estas líneas en la pestaña de su libro de epitafios, publicado en 2003: “Gonzalo es capaz de sacarle capul a una calavera, de gozarse un velorio y de reír llorando. Como el humor es irreverente, se toma todas las libertades con muertos ilustres y pide revisar aquello de que no hay muerto malo. Su libro sobre el “Humor de la Muerte” es como para morirse, pero de la risa”.
Entrando en materia - y con relación a las exageraciones en la comunicación verbal - me referiré primero al Quindío. Este departamento es muy conocido por el coloquial fenómeno humorístico. Dicho tratamiento literario ameno lo imprimieron escritores ya fallecidos, como Euclides Jaramillo Arango, Alfonso Valencia Zapata, John Jaramillo Ramírez, Gustavo Ríos Hernández, Orlando Cardona Osorio y Arturo Muriel Guinand. O los todavía supérstites José Jaramillo Mejía (La Tebaida,1940) y Horacio Gómez Aristizábal (Córdoba, 1931). Con sus agradables crónicas escritas y la chispa de estas mentes luminosas, comprobamos que sus letras han aportado al Quindío lo mejor del humor y la alegría.
Alfonso Valencia Zapata publicó muchos capítulos en su sección titulada “Anécdotas quindianas” del semanario Satanás. El docente Orlando Cardona Osorio, también en la prensa regional, escribió la columna titulada “Humorlandia”. Arturo Muriel Guinand, en 1935, publicó el famoso poema “Desfile de apodos de Filandia”. José Jaramillo Mejía nos ha regalado varias antologías de sus crónicas costumbristas. Y en el libro “Pieza del reblujo”, John Jaramillo Ramírez nos dejó fabulosa narración sobre Armenia antigua.
En uno de sus libros, Horacio Gómez Aristizábal dice lo siguiente: “El humor del pueblo es inocente, cáustico, alegre y triste, regocijado y fúnebre. Lo hay por exceso y por defecto; nada existe en la vida que no provoque la risa, ni lo pequeño es despreciable, ni hay cosa más seria que lo humorístico. El humor cumple un gran papel en la vida (“El folclor humorístico del Quindío”). En: “El Quindío y Colombia en el siglo XX”, compilación de Editorial Kelly, Bogotá,1989).
Las exageraciones, dichos, comparaciones, y expresiones orales jocosas hacen parte de la sabiduría popular matizada de humor. Tal vez el mayor exponente de la exageración en todas sus formas fueron los típicos culebreros. Del Quindío tácitamente han desaparecido. Se recuerdan especialmente los que permanecían en los alrededores de las plazas de mercado. Son inolvidables su retahíla y poder de convencimiento, gracias a las parafernalias empleadas, el anuncio de las recetas botánicas y las menciones de toda clase de inconsistencias lingüísticas. Así se presentan en un fragmento del libro “El testamento del paisa” (Editorial Bedout,1961), escrito por Agustín Jaramillo Londoño) y citado por Gómez Aristizábal:
“...Mire señorita (saca un montón de cajitas), se la regalo, eso le sirve para la rasquiña... El dolor de muelas se cura con sobarse en ayunas con la pastica prodigiosa... También tumba la caspa, el carranchil, ataca el carate y cura la sífilis...Y ahora sí, ¿quién da $200? Con la devaluación, $200 no son nada. Absolutamente nada, 200 miserables pesos... Pero ni siquiera $200. Voy a rebajar a $150. Mejor dicho, la dejo por $100, cien infelices pesos... El que no tenga $100 para salvarse de una enfermedad y para salvar a su familia es un desgraciado. No merece que viva. ¿Qué son cien pesos para salvarse del sepulcro? Aprovechen para que compren, porque después me voy para Europa a donde pienso hacer una gira llamado por sabios de Rusia y ustedes tienen que aflojar $500 en una droguería. A ver, secretario, no se duerma, atienda a los señores y a las damas... atienda rápido que están de afán”.
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En el recuerdo, los culebreros, con su fluida verborrea y sus exageraciones, quedaron como los verdaderos maestros de la representación histriónica callejera. Desaparecidos los culebreros, don Gustavo Ríos Hernández, en la calles de Armenia, repartía sus cientos de hojas fotocopiadas de humor, brindando disfrute con su chispa de exageración, pero esta vez desde la redacción de escritos rudimentarios y sencillos, de su inventiva, que también publicó en dos singulares libros. El siguiente llegó a mis manos, cuando me lo obsequió en una estancia callejera:
“SABE USTED CUÁL ES EL COLMO DE......”
- “Un abogado... hacerle la defensa a un muerto.
- Un sordo... ser zurdo.
- Un fabricante de aviones... ponerle espejos retrovisores.
- Un jorobado... estudiar Derecho.
- Un compositor... ponerle música a una letra de cambio”.
El docente universitario caldense Octavio Hernández Jiménez, en el prólogo del libro del aranzaciano Gonzalo E. Aristizábal Alzate, se refiere así al significado de las versiones orales callejeras, y que escuchamos en nuestro trajín cotidiano, citando además al famoso escritor Arciniegas: “... Decía Germán Arciniegas: “La exageración es una manera natural de expresión de los antioqueños. Acabó de ser una de las mayores delicias folclóricas de Colombia”.
Y, en dos párrafos posteriores, Hernández Jiménez hace la siguiente acotación: “...El paisa está creando exageraciones todos los días, con una riqueza de imaginación y gracia imponderables. Es curioso que un pueblo, cuyos antepasados fueron principalmente castellanos, extremeños, vascos, leoneses y de otras regiones del centro de España, despliegue ésta tan andaluza facultad de exagerar...
...Llama también la atención el que la mayor parte de ellas se refieran a defectos o aspectos negativos y que, por ejemplo, los mayores porcentajes los tengan los tacaños, los viejos, los flacos y las cosas difíciles “.
A continuación, algunas exageraciones del libro de Aristizábal Alzate, en las tendencias atrás anotadas:
- “Tan tacaño que a los hijos les dice “doctores “ para no darles estudio”.
- “Tan tacaño que si presta atención, cobra intereses”.
- “Tan viejo que le tocó pagar servicio militar con lanza “.
- Tan viejo que trabajó de ascensorista en la Torre de Babel”.
- “La situación está tan difícil que el carro de la basura no la recoge, la reparte".
- “La situación está tan difícil que el Bolívar de los billetes está llorando”.
- “Tan flaco que parece Charles Atlas pero disecado”.
- “Tan flaco que la piyama solo tiene una raya”.
Una de las condiciones más usadas en la exageración - tal vez la más graciosa, pero también ofensiva - es la que se refiere a la ordinariez. El profesor Hernández Jiménez, así las menciona en el aparte titulado “Apodos y dichos” (fascículo número 5 de la serie “Caldas, Patrimonio y Memoria Cultural”, periódico La Patria, diciembre de 1994):
- “Más ordinario que un ataúd con calcomanías”.
- “ Más ordinario que un gallinazo comiendo maíz”.
- Más ordinario que una monja vendiendo chance”.
- Más ordinario que un marrano en patineta”.
Durante muchos años, en talleres de Etnografía del habla, mis estudiantes universitarios de la cátedra de Identidad Cultural realizaron ejercicios de escucha de estas expresiones orales en las calles de Armenia y otros municipios. Las siguientes son algunas, publicadas en el libro titulado “Adultos mayores y quindianidad”(Gráficas Superior, Armenia, 2010):
- “Tras de gorda, hinchada”.
- “Está más enredado que un chisme en Aguadas”.
- “Tiene más cartones que un tugurio”.
- “Habla más que perdido cuando aparece”.
- “Tiene más plata una olla de aluminio”.
- “Es más malo que pegarle a la mamá”.
- “Más largo que una semana sin carne”.
Otras exageraciones son muy comunes en el léxico de las telenovelas, como las siguientes, escuchadas en la transmisión de “Las hermanitas Calle”, serie televisiva que refleja la idiosincrasia antioqueña, pero muy empleada también en el Eje Cafetero. La última está relacionada con un hecho histórico, el secuestro del hijo del aviador Charles Lindberg, y es una de las más populares en el país:
- “Ladra de noche para economizar perro”.
- “Más prendido que arbolito de Navidad”.
-”Más perdido que el hijo de Lindberg”.
Cómo lo afirma el maestro Germán Arciniégas, las exageraciones son “las mayores delicias folclóricas de Colombia”.