Autor : Roberto Restrepo Ramírez / Especial para NUEVA CRÓNICA QUINDÍO

Un 'profe' sencillo, innovador y creativo que falleció repentinamente, pero que dejó un gran legado para los habitantes de la 'Colina Iluminada'
El 1 de febrero de 1973 -hace 50 años- nació en Filandia el docente Hernando Franco Alzate, un apreciado ciudadano que dejó profunda huella en sus educandos, pues murió repentinamente el 25 de marzo de 2022 a sus tempranos 49 años.
Franco Alzate era hijo de Benjamín Franco Arias y Marleny Alzate López. Su padre también falleció meses después, en medio de un drama familiar que vio desaparecer a dos de sus miembros en el lapso de cinco meses.
El profesor Hernando era hermano del alcalde de Filandia. Realizó su primaria en la escuela rural de la vereda La Julia. Ingresó al Colegio Sagrado Corazón de Jesús de las Hermanas Bethlemitas en el año 1985. Culminados sus estudios de bachillerato, ingresó a la Compañía de Jesús -comunidad religiosa de la orden de los padres jesuitas- en 1991. Se retiró dos años después.
Hernando Franco Alzate era licenciado en Matemáticas y Computación de la Universidad del Quindío. También era administrador público de la ESAP, igualmente, magíster en Ciencias de la Educación uniquindiano.
Al morir empieza a conocerse la importancia de su obra, como un legado para la comunidad y el país. En el año 2003, en el sector rural de Filandia, conoció a un niño sordo muy talentoso en el campo del dibujo y entendió que debía innovar en algún otro sistema educativo para mejorar los alcances y destrezas de la población en condición de discapacidad auditiva. De allí nació su primera iniciativa didáctica que él tituló “Cuando las manos hablan”. Se basó, entonces, en el enorme potencial artístico de ese niño campesino, llamado Óscar Eduardo Amaya Jaramillo y entendió que debía trabajar en ese campo. Así fue como gestó su primera cartilla, titulada ‘Cuando las manos hablan’, didáctica matemática sobre los conceptos de números y sumas para niños sordos.
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En la ESAP se graduó con un trabajo investigativo sobre su tierra natal, llamado ‘Impacto socioeconómico de la crisis cafetera en el municipio de Filandia’.
Se vinculó a la institución educativa Sagrado Corazón de Jesús de Filandia donde laboró como docente hasta el momento de su muerte. El proyecto final de su maestría se tituló ‘Aprendizaje de las medidas de tendencia central de estudiantes con limitación auditiva, mediante situaciones didácticas’.
También participó en eventos nacionales e internacionales con su taller titulado ‘Implementación de dispositivos didácticos para el aprendizaje de objetos aleatorios con estudiantes sordos y oyentes’.
Fue un personaje cordial, sencillo, buen deportista y preocupado por la gestión ambiental. Fue en esta última esfera donde sobresalió con otro invento. Se trata del “cestosapo”, una estructura artesanal elaborada de bejucos delgados, que los artesanos de Filandia conocen con el nombre de “tripeperro”. Es en realidad un juego, con su cuerpo en forma de sapo y con seis canastillas en su interior. Tiene el principio básico de la tradicional rana, que es una caja de madera con varios orificios en su parte superior y una rana metálica. El objetivo es que los jugadores lancen pequeños tejos para tratar de acertar introduciéndolos en los orificios para ganar puntos. Y, en ese sentido de su invento, el objetivo principal del “cestosapo” es el de resaltar la tradición artesanal y la biodiversidad de los anfibios de la región, especialmente las pequeñas ranas del bosque de Bremen.