También hay desencanto en los jóvenes. Favorabilidad del presidente Petro en este segmento poblacional cayó del 61 % al 46 %.

La paz total es un loable propósito, es el anhelo colectivo, pero en las primeras de cambio hacia ese proyecto de país ha habido una colección de interrogantes que le quitan peso y credibilidad a la forma como se ha abordado tan trascendental asunto. No puede torpedearse este propósito nacional, el camino es el diálogo y la paz una prioridad de cualquier mandatario nacional, pero no a cualquier precio ni de cualquier forma. Le corresponde al presidente de la nación avanzar lentamente, pero con paso firme, sin reiterar posturas y acciones que tanto criticó cuando fue senador y candidato y sin minar la fe de sus gobernados. La meta es la paz, pero sin genuflexiones ni contradicciones, sin titubeos ni silencio sepulcral ante los excesos de quienes, como ya ocurrió en procesos anteriores, hablan de paz con un fusil en la mano. Lo pensado en voz alta con respecto a los integrantes de la Primera Línea, privados de la libertad, acusados de varios delitos, tampoco fue bien comunicado y se desinfló.
Para que haya paz, además de conversar con los violentos, debe fortalecerse la institucionalidad y la confianza de los ciudadanos en quienes administran justicia. Los enfrentamientos públicos con el fiscal general de la nación y la procuradora general, parapetados en el ego y la equivocada interpretación de la Constitución de quien lidera el poder ejecutivo, socavan la unidad nacional y le quitan crédito al diálogo con quien está al margen del ordenamiento jurídico. Además, hay que dar ejemplo de una intachable conducta y postura al gobernar, hablar de paz con grupos al margen de la ley, en medio de escándalos de corrupción que involucran al hijo del presidente, y chuzadas ilegales y abuso de poder que encartan a la mano derecha del presidente de la República y a un embajador, es un contrasentido.
Policía y soldados necesitan ver y sentir en su jefe un respaldo. También le ha costado al presidente de los colombianos estabilizar la Fuerza Pública. La masiva salida de altos mandos son la clara muestra de la desconfianza y lejanía que reina entre quienes defienden la soberanía territorial y garantizan el orden público y quien da las órdenes en Colombia. No son solo fallas de comunicación, también son acciones que, como sucede con gobernadores y alcaldes, parecen haber levantado un muro entre los uniformados y el presidente de los colombianos.
Las reformas no despegan por atropelladas e inconvenientes. Con la de la salud hay una terca postura del gobierno nacional que de no corregirse se convertirá en otro revés para el presidente. Sobre la laboral hay un enorme manto de dudas, muchos analistas coinciden en que afectará notablemente a los generadores de empleo, en el Quindío las consecuencias para el sector turístico serán letales. La pensional apenas comienza a tramitarse, pero tampoco genera tranquilidad. Con los miembros del Congreso la relación es cada vez más tensa, de a poco los partidos que se mostraron como independientes y de gobierno, migran a la oposición.
En lo económico, no pasa el país por sus mejores días. Claro, hay coletazos de una crisis económica mundial y la pandemia lo alteró todo. Lo que sucede es que tampoco en el plano doméstico parece haberse implementado los revulsivos y muy temprano el ministro de Hacienda fue apartado de su cargo, dando al traste, de forma prematura, con la propuesta del académico para estabilizar las finanzas de la nación. El programa Mi Casa Ya entró desde agosto pasado en una inexplicable pausa y el Quindío, como el resto del país, también lo sintió de forma negativa.
Tal vez, todos los anteriores factores, entre varios más, explican la desfavorabilidad del presidente de la República y su labor como primera autoridad del país, en todos los segmentos poblacionales, sin haber cumplido un año. Tiempo hay de recomponer el rumbo y hacer realidad los plausibles anuncios que hizo el presidente cuando se posesionó, pero, para que eso ocurra, lo más importante es que haya un poco más de nobleza, generosidad y humildad a la hora de gobernar y, sobre todo, mandar.