Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
Estamos ante una encrucijada: o seguimos para el despeñadero o damos la oportunidad al inicio de una época en la que el bienestar colectivo sea la razón de todas las acciones.
Por eso, no se requieren grandes estudios frente a una realidad que, hace varias décadas, aumentó desaforadamente disparidades, privilegios; además definió, en torno a la desigualdad, a un país diverso, rico, con grandes inteligencias. Las políticas de Estado, por su parte, siempre ajenas, con evidentes muestras de desdén frente a las angustias de la sociedad, alimentaron las distintas líneas de envilecimiento para abusar del poder y concentrarlo en función de unos pocos. Estas certezas y situaciones como las producidas por el advenimiento del Covid-19, dieron lugar a una explosión ciudadana, de la cual no ha sido posible salir y a la que tampoco se le dio una lectura rigurosa.
En honor a la reflexión, y de cara a la definitiva vuelta presidencial, surge, con especial relevancia, la responsabilidad ciudadana como manera de abrir el espacio a decisiones informadas, libres, no manipuladas por las mezquindades difamatorias y la mentira. De entender el sentido de la vida limpia, el derecho a que la democracia vaya paralela a la sostenibilidad y respeto por la naturaleza; así, entre ciudadanos responsables, luchar por una economía en dirección a que nadie viva en la pobreza; es decir, encontrar rutas para que según el informe de la Oxfam 2022, las desigualdades no nos maten.
Debemos también batallar por lo que hace tiempo conocemos como la utopía posible. Hacer caso omiso a los ruidos de la llamada infocracia que, además de envilecer la información y de controlar la voluntad colectiva, es tan irresponsable y lesiva que convierte en posibilidad a un sujeto básico, enjuiciado, de fragilidad intelectual, bufón y truhan. No podemos caer en esas trampas de la lumpenoligarquía, categoría sociopolítica característica del capitalismo contemporáneo, que trastornan los procesos de cambio. Nos merecemos otro tipo de gobernantes y contexto pues bastante daño hemos recibido ya.
Esas emergencias ameritan entonces, en estos momentos, decidir si nos resistimos a las injusticias históricas que algunos pretenden continuar. Si intentamos conjurarlas dándole oportunidad a la producción nacional, a la educación gratuita universal, a la salud para la vida, a la igualdad de las mujeres, al cuidado de los ancianos y de la tierra, a la paz completa, al respeto de los derechos humanos, a la vida digna, al encuentro de todes, todas y todos, a la posibilidad del no silencio, a la alimentación, a la validación del saber ciudadano, a las opciones de libertad; sin ir más lejos, a acabar la cuarentena del temor, de la exclusión, de la injusticia, y ponernos del lado noble para la nueva realidad en la historia colombiana.