Opinión / MARZO 22 DE 2023

De visita en el paraíso

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Dentro de la casona, siglo y medio atrás propiedad de la familia Isaacs, marcos, hojas de puertas y ventanas, muebles centenarios, detalles decorativos, vigas y columnas, todo de finas maderas; muros enjalbegados bajo cubiertas de teja artesanal, lustrosos pisos en baldosa de gres ofrecen a la observación de los visitantes, un conjunto armónico, dispuesto con sobriedad y sentido de preservación. En el traspatio, rosaledas multicolores, césped cruzado por senderos empedrados y rumorosas atarjeas de aguas diáfanas. Sol vespertino, leves brisas de pie cordillerano y planicie abierta hacia el poniente; paisaje circundante de ensoñación, a tono con el halo romántico que todo lo envuelve. Un guía apoderado de su encargo, superándolo, al lado de un grabado con el rostro de María enmarcado en trenzas, narra con moreno vozarrón y elaborada lúdica, las incidencias del amorío vivido o imaginado -a quién importa- por el escritor, en estos predios, a una audiencia nutrida, alelada, procedente en su mayoría de la capital del Valle del Cauca y alrededores. Más de 130 años después de su publicación, tras ser considerada novela icónica del romanticismo literario versión latina, María, de Jorge Isaacs, continúa viva en el imaginario popular, por lo menos, a falta de lectura del texto original, a través del relato audiovisual o del voz a voz entre generaciones. 

Mientras las entrañables, Diana y Melany, disfrutan de la pequeña quebrada que desciende helada y rauda de la montaña, queda lugar para la caza de recuerdos. Años sesenta del siglo anterior. Pocos calendarios antes, la gobernación Del Valle había adquirido la hacienda El Paraíso, con sentido de homenaje, de exaltación hacia la memoria del novelista, poeta y trotamundos de origen valluno y proyección universal, cuando sensibilidades históricas, artísticas, aún pervivían en el espíritu ciudadano y de administradores públicos, expresadas en hechos creativos. A instancias de mi madre, avisada quizás por imágenes de televisión o comentarios de colegas maestros, camino a Cali, destino de un viaje con visos de aventura, la numerosa familia anduvo por estos mismos pisos. Repensándolo, no tendría nada de extraño que fuera este, ningún otro, el propósito de la jefe de hogar al organizar el raid de dos semanas, con inicio y culminación en la Bogotá de entonces, a bordo del Ford “colepato” verde. No me cuesta imaginarla leyendo el texto de Isaacs en las aulas del Liceo Pedagógico femenino donde cursó su normal, al tiempo que idealizaba el propio y singular idilio de casi 70 años con nuestro progenitor. 

En época posterior leí, María, vibrando como todos con aquel romance inconcluso, con los gestos y detalles mutuos de Efraín y su amada, incomprensibles, cursis, para quienes no han sido tocados por Eros, con aquel final desgarrador que a todos nos deja perplejos, dolidos. Lamenté entonces no haber hecho mía la historia antes de llegar a El Paraíso. Resaltan el estado de conservación de la casona y sus alrededores. Puntos a favor de la institución responsable. Así mismo, que, en un mundo desprovisto de alma, de espíritu, el relato de Isaacs convoque aún tanto fervor.


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