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Doña Cacerolina Lagañín, antes de estirar la pata, quiso pasear por las islas griegas, y allí bajó al tenebroso hades, a entrevistarse con Tiresias, para conocer su futuro, pues no podía soportar la tragedia de que un presidente en su lejano Macondo quisiera ponerle impuesto a su pensión, para que otros, coman un poquito mejor. Ni Tiresias, ni Edipo quien estaba acompañado por Michel de Notre Dame, pudieron darle respuesta a tan enigmática pregunta. En el hades, encontró a monseñor López Trujillo, quien solo atinó a decirle que la respuesta ciertamente la tenía el César. ¿Cuál de todos? Preguntó doña Cacerolina. El criollo respondió monseñor. Agradézcale porque le defendió a la iglesia, unos pesitos, que el presidente proletario, nos quería quitar.
El llanto de Cacerolina es entendible, lo que no, es que el partido Liberal, traicionando su filosofía, haya chantajeado a Petro, defendiendo una iglesia y cultos, que, según la DIAN, obtuvieron ganancias de 4,7 billones, en 2019, y 4,1, en el 2020, en contra de la posibilidad de que la Colombia descamisada, la Colombia del hambre, viva un poco mejor.
Doña Cacerolina Lagañín ascendió del hades, fortalecida, y de regreso a Macondo, en París, con su mísera pensión, compró unas tangas bordadas de tisú, para lucírselas a su jardinero, y para su marido, una consoladora muñeca de plástico. Doña Cacerolina, presidenta de la Asociación de Damas Cabales, cuya mascota es una paloma caucana, se acordó del gran defensor de la fe de los super pensionados, y de los pobres dueños de las iglesias y los cultos, y ciertamente, le trajo de recuerdo la foto de Vargas Vila cuando a principios del siglo próximo pasado, en el puerto de Barranquilla se volvió a montar en el barco que lo traía del exilio, simplemente porque vio la foto del presidente acompañado del cardenal. Yo creí que el presidente era verdaderamente liberal, fue lo único que dijo.
Como acción de gracias, doña Cacerolina Lagañín, pálida en su silla de oro, como la princesa de Rubén Darío, ofreció una misa en la catedral, invitando, a la pobre viejecita, y a los pobres pastorcitos de los cultos, parecidos al de la fábula de Esopo. La misa fue presidida por el cardenal, quien exhibió un traje coral de Gammarelli, y por el pastor general de la iglesia cristiana, un hombre muy emprendedor, con cara de roca, vestido de traje Angora aclaró que el origen del traje nada tiene que ver con la gata que siempre llora. Los primeros en hacer presencia fueron los super pensionados, quienes desfilaron al estilo de los legionarios romanos, por la plaza de Bolívar, entonando la Marcha triunfal de Aída. El desfile fue encabezado por el César criollo, vestido de Marco Aurelio.
Luego de la misa, Cacerolina ofreció el banquete de Pluto, al cual no fue invitada la asociación de pobres estrato uno con ínfulas de estrato seis, pero que se colaron por la ventana, para recoger las migajas.
Doña Cacerolina Lagañín continúa ofreciendo su diezmo, muy pensionada.