Opinión / AGOSTO 05 DE 2009

El desequilibrio regional

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.

El debilitamiento de la descentralización durante estos últimos años, sumado al desarrollo de los centros de poder, ha contribuido a un grave desequilibrio regional.

Todas las decisiones importantes se están tomando en Bogotá; los grandes eventos internacionales se hacen en Medellín. Además, la institucionalidad regional muere en los Consejos Comunales de cada fin de semana, cuando el señor Presidente Uribe le quita toda decisión o la desautoriza en público. A su vez, el crecimiento y modernización de los centros de poder, donde se adoptan decisiones para el país, impiden ver los graves problemas de los departamentos, de los municipios, en fin, de las regiones. A nadie en la capital del país le cabe en la cabeza que Sincelejo carezca de agua; que en La Dorada haya más seguridad pero cero desarrollo; que en muchas ciudades del Eje cafetero, Pereira y Armenia, los parques estén llenos de hombres ociosos porque no hay empleo y solo viven de las remesas que les envían sus mujeres que se matan trabajando en España o en Estados Unidos; que en Armenia, los jóvenes se suicidan porque se rompió el círculo familiar y que los maestros no encuentran padres para que respondan por las fallas de sus alumnos.

Tampoco existe la clara conciencia en esas ciudades modernas, Bogotá y Medellín, que se está cuajando otra contrarreforma agraria, ya no solo inducida por los paras sino por empresarios como azucareros y palmeros que le compran la tierra a desesperados campesinos, a precio de nada. Que en Cartago hay angustia por un nuevo liderazgo que les permita volver a producir en sus ricas tierras dominadas por testaferros de narcos. No hay claridad sobre las consecuencias del desastre que ocasiona la carencia de una política rural que apoye a los 12 millones de campesinos pobres y que solo se ha limitado a los ricos empresarios rurales y a los biocombustibles.

Esta centralización del desarrollo está dejando por fuera el verdadero potencial colombiano. Este es un país de regiones y precisamente en esta riqueza es que nace el verdadero potencial de la modernización de Colombia. Gracias a nuestra topografía, la variedad de climas es una ventaja y no una desgracia, porque permite la diversificación de ese tipo de producción que se pondrá de moda con la nueva bonanza mundial que dentro de pocos años se generará en el Asia. Alimentos, materias primas y minerales, serán demandados por los nuevos dinamizadores del desarrollo mundial, y eso es, precisamente, lo que este país puede ofrecer. Desde cítricos en el Quindío que se sumarán al café; carne, leche, cueros en las Sabanas de Bolívar, hasta oro, carbón, y otros productos de distintas regiones del país, conformarán esa oferta exportable que frente a precios internacionales altos, tendrán su gran oportunidad. Pero todo esto se perderá si no se abordan ya los profundos desequilibrios regionales.

Fortalecer los liderazgos de estas zonas azotadas por la corrupción política, el clientelismo, el narcotráfico y la centralización de las políticas nacionales, es la primera estrategia. Despertar a esta población, es una tarea fundamental de quienes pretenden gobernar al país y para ello es necesario insistir en que el voto, el voto de opinión y no de maquinaria, es poder. Ustedes, cada uno de ustedes, hombres, mujeres, jóvenes de la llamada Provincia, deben cambiar el rumbo del país que requiere inmensas reformas que deben nacer de sus propios terruños. Ese es el reto y, por ello, deben exigirles a los candidatos y candidatas que empiecen a darles respuesta a sus demandas y no sigan pensando que el país es Bogotá y Medellín. El futuro de Colombia está en entender la prioridad del desarrollo regional que debe nacer desde esas tierras, desde su gente, hasta armar la estrategia nacional que debe partir de numerosas reformas en lo económico, en lo político, en lo social y en lo internacional. Sólo así se construirá la nueva Colombia.


Cecilia López Montaño
Columnista invitada


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