Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
Oteando el preludio del cercano proceso electoral con el que se espera relevar al actual dominio político regional en los próximos 4 años, tempranito se percibe la labia del gamonalismo que, desde ya articula el eterno y trillado discurso deslucido y dicharachero que, con su engreída politiquería, deleitará, hechizará, embobará, y asegurará su caterva electorera.
Vacua “ideología política” que gravita en la nutrida arenga del embeleco acaramelado y tosco del embuste y la intriga, prédica que cala en un electorado incondicional, que, esperanzado y necesitado por factores disímiles, a pie juntillas se somete al servilismo politiquero con la esperanza de que ahora sí es la vencida en la consolidación de una institucionalidad política proba de un estado fallido desde hace 213 años.
Siempre se ha impuesto la voluntad de los poderosos caciques, que organizan y manipulan el embaucador puntal electorero, apoyado en una línea de mando, autoridad y poder, en cabeza de los barones y amos politiqueros, quienes cual juego de ajedrez, planean, delegan y emprenden su monserga que se extiende desde el centro del poder a los entes territoriales: departamento, municipio, comuna y vereda.
Preliminarmente se pacta, perfila y monta la subrepticia estratagema en reglamentos, claves, símbolos, letras y manuales, inventados para acatar, obedecer, someter, y doblegar al conjunto de fichas del ajedrez electorero. Condiciones ineludibles en la salvaguarda de su permanencia, dominación, intereses y caprichos personales.
Se consolidan las fichas del ajedrez politiquero, las piezas del rey y la reina se reservan exclusivamente para los altos patronos del orden nacional, los alfiles se ubican en las regiones, los caballos y peones actúan en lo local; además, del tropel burócrata que, por la designación de curacas, ocupan diversas dependencias estatales. Abajo, la multitud desposeída, afligida, excluida, embelesada y encantada por el coposo cúmulo discursivo de promesas, sueña en el provecho burocrático que ahora sí le permitirá superar sus penurias.
El compromiso de sustentación contractual por prestación de servicios, sostenimiento del empleo, pago de favores y demás convenios burocráticos estatales, manejados y controlados como fincas por los patricios políticos de turno, constituyen la baraja del juego de promesas en el que participa el séquito de vasallos electorales.
En el Quindío, como en el resto del territorio colombiano, el caciquismo político controla desde hace muchos años la dinámica electoral y política, se las ingenian para que los ciudadanos voten por quienes ellos ordenan, esgrimiendo el argumento dual de buenos y malos.
En la recta final, con las maquinarias electoreras bien aceitadas, se escogen los delfines que fungirán como candidatos probos y se acude a la inventiva y argucia, imaginando efectivas peripecias propias de la contienda política, que favorecerá a uno u otro. En fin, este es el papel y la tarea del caciquismo.