Opinión / JUNIO 14 DE 2021

El mártir del calvario

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.

Recuerdo con tremenda nostalgia, cuando en mis primeros años, en el teatro Parroquial, conocido como el Pulgueros, lloré viendo El mártir del calvario, película de 1952 dirigida por Miguel Morayta, en la cual el mexicano Enrique Rambal hizo una magistral interpretación de Jesucristo. Desde aquellos años, aprendí a estar del lado de las víctimas, y recuerdo los madrazos que le menté a los tibios pueblerinos que, manipulados por los fariseos, prefirieron la liberación de Barrabás, a la de Jesucristo,  “crucificadle” gritaba la turba. Con el paso de los años, comprendí por qué los correazos en el templo que había sido convertido en una cueva de mercaderes.  Leyendo a San Mateo, comprendo plenamente la película que sin ser la mejor de todas las que hay sobre la vida del Nazareno, es la que llevo en la cinemateca del corazón. “No he venido a traer la paz a la Tierra. Vine a traer la espada”. Sospecho que analizando la película, Fajardo concluiría que Jesucristo era un polarizador.

Si los fariseos de hoy, y los integrantes de la Coalición de la Esperanza, vivieran en los annos domini, también hubieran condenado a Jesucristo, por atreverse a decirle a las élites romanas y judías, que no eran más que una caterva de ladrones, y le cobrarían por polarizador, el limpiar enllagados, perdonar prostitutas, darles pan a los hambrientos, y llamar ladrones a los capitalistas salvajes de aquella época. 

En 1960 Stanley Kubrick, gana cuatro Oscar, con la película Espartaco, un esclavo interpretado por Kirk Douglas, que, queriendo para los esclavos, una vida digna y en libertad,  los levanta contra Roma. Los fariseos modernos, impolutos fundamentalistas del centro, nunca han estado, ni estarán del lado de las víctimas, del lado del pueblo que clama justicia y bien estar. Para ellos, el general Craso, interpretado por el inolvidable Laurence Olivier, sería un héroe, y Espartaco, un extremista que merecía la tortura y la muerte que sufrió. 

Son películas históricas, que bien pueden inscribirse en la actualidad. Para los mercaderes de hoy, el humano es un ser desechable, Jesucristo sería un vándalo condenado a las balas y al linchamiento. El líder social Espartaco sería asesinado con la complacencia del Estado.  los fariseos y la turba que condenaron a Jesucristo y liberaron a Barrabás, serían hoy todos aquellos, que señalan con la espada exterminadora, como extremistas polarizadores, a quienes se atrevan de calificar a los comerciantes del templo, como una caterva de ladrones. 

Estos fariseos modernos, fundamentalistas del centro, estarían del lado del inquisidor, hubieran sido el Berbeo que vendió a Galán, fusilado a Policarpa, condenado a Quintín Lame, expatriado a María Cano, y hubieran firmado el decreto de Abadía Méndez que le permitió al ejercito producir la masacre de las bananeras.

El mártir del calvario y Espartaco son dos películas para ver, y ubicarlas en el siglo XXI, para que no volvamos a condenar a Jesucristo ni a Espartaco, y nos quitemos el disfraz de centro, y seamos de una vez fariseos o Espartaco.


COMENTA ESTE ARTÍCULO

En cronicadelquindio.com está permitido opinar, criticar, discutir, controvertir, disentir, etc. Lo que no está permitido es insultar o escribir palabras ofensivas o soeces, si lo hace, su comentario será rechazado por el sistema o será eliminado por el administrador.

copy
© todos los derechos reservados
Powered by:Rhiss.net