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Este viernes, coincidiendo con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el papa Benedicto XVI clausuró el año sacerdotal declarado por el pontífice con motivo de los 150 años de la muerte de San Juan María Vianey, el Santo Cura de Ars. Una vez mas el jefe de la iglesia Católica, aprovechó la ocasión, para pedir perdón al mundo por las faltas y el mal ejemplo de algunos sacerdotes en el mundo, ratificando su posición que ya en ocasión anterior había expuesto, sobre la gran herida que esto le ha ocasionado. Ha expresado que “El sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio». Que Dios nos considere capaces de esto; que por eso llame a su servicio a hombres y, así, se una a ellos desde dentro, esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender.”De nuestra parte, es necesario que pensemos igualmente en nuestras limitaciones, que en ningún modo son inferiores a las de ellos, que en nuestra calidad de laicos, es decir, hombres bautizados en la fe de Cristo, igual estamos expuestos a las fuerzas del mal que nos inclinan a seguir caminos diferentes a los que El nos señala. Nuestra responsabilidad, además de la comprensión, la tolerancia, el respeto y la caridad con ellos, es grande, como grande y admirable es la misión que deben cumplir en bien de la humanidad, dentro de la cual nosotros nos desenvolvemos. Y desde luego, tenerlos siempre presentes en la oración, pues seguramente la lucha contra el enemigo se torna para los sacerdotes, mucho mas compleja y difícil que la nuestra, precisamente por los ataques del demonio, hacia quienes mas cerca están de Dios. Por fortuna, es la gran mayoría la que permanece fiel a su ministerio y hace grande nuestra iglesia. De seguro no ha sido casualidad que la festividad el viernes del Corazón de Jesús y ayer sábado del Inmaculado Corazón de María, estén coincidiendo con esta realización.
Este órgano del cuerpo humano, aunque no desde el punto de vista biológico o científico, se ha asociado con los sentimientos de la persona. Pero en todo caso, si se les relaciona con los valores de la bondad, de la transparencia, del amor, del respeto, de la honradez y en general de todo aquello que inclina al hombre hacia el bien. Se dice de un corazón duro, aquel que es mezquino en el perdón, en la comprensión.
De noble corazón por el contrario, el que deja a un lado el resentimiento y acoge con bondad a quien le ha fallado. Sabemos que los sacerdotes son blanco de todo tipo de críticas y comentarios por lo regular malintencionados, mas por prevención y por ánimo destructivo, pues de existir razón alguna para reprochar algunas de sus actuaciones, lo adecuado es acudir a ellos mismos o a quienes pueden de buena voluntad introducir los correctivos, antes que a instancias, donde solo se busca su destrucción y generar mayor daños a la institución eclesial que representan, sin darnos cuenta que nosotros mismos somos parte de ella. Tampoco es lógico disminuir nuestra credibilidad en ellos por las faltas de unos cuantos, muchos menos en el ministerio sacerdotal, una institución sacramental del mismo Dios. Sería como si perdiéramos la credibilidad en la medicina por ejemplo, porque nos encontramos con algunos médicos malos o que no se hacen los tratamientos para sus enfermedades, como se las formulan a sus pacientes. Que Dios siga bendiciendo a los sacerdotes en su difícil y gran misión.