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Cada vez son más las personas que a punto de alcanzar los sesenta empiezan a estudiar una carrera, a aprender a pintar o a hablar un nuevo idioma. Son la tercera edad, generación que no tuvo ocasión de seguir su vocación y que ahora dedica tiempo a desarrollar sus aptitudes y hacer realidad lo que un día soñaron.
Hace sólo dos décadas primaba el tópico de que cuando una persona acababa su etapa productiva dejaba de ser útil para la sociedad. Sin embargo, los mayores de hoy son conscientes de que jubilarse del trabajo no es despedirse de la vida. En vez de quedarse aparcados en un rincón, se preocupan por mantenerse en forma, quieren aprender cosas nuevas y participan de forma activa en su entorno más cercano.
El sociólogo Santiago Cambero explica este fenómeno: “Está apareciendo un nuevo perfil de persona mayor totalmente integrada en la sociedad actual que sigue contribuyendo en favor del bienestar general”. Cambero destaca el papel de los abuelos canguro. “Si se pudiera cuantificar económicamente lo que el Estado del Bienestar y los poderes y administraciones públicas se están ahorrando en cuanto a los cuidados que los abuelos y abuelas están ofreciendo a sus nietos, serían millones de euros”.
La drástica modificación de la estructura demográfica en Occidente es la responsable de estos cambios. Europa envejece a gran velocidad y, dentro de ella, España es uno de los países que mejor ejemplifican esta transformación. Si a principios del siglo XX la esperanza de vida no llegaba a los 35, hoy supera los 80. Frente a ello, el número de nacimientos ha caído de forma considerable.
Los responsables de esta situación son los avances médicos y farmacológicos y la mejor calidad de vida de la población. Dos aspectos positivos que, en vez de interpretarse como conquistas han dado pie a lanzar pronósticos agoreros y a hablar de la decadencia de Occidente.
Sin embargo, algunos expertos comienzan a ver esta nueva realidad como la oportunidad de equilibrar la estructura social e infundir nuevos aires al sistema productivo occidental si se encauza de forma adecuada.
El reciente artículo de Julio Pérez Díaz, sociólogo y demógrafo del CSIC apunta en esta dirección. “El envejecimiento demográfico guarda una correlación casi perfecta con los niveles de riqueza y bienestar internacionales, y no con la pobreza”, afirma. Esto se debe a la mayor eficacia del sistema. Por primera vez en la historia es posible disminuir la fecundidad, ya que los avances sanitarios permiten que los hijos sobrevivan hasta edades fértiles. Las mujeres pueden desarrollar una vida profesional, al margen de la familiar, ya que el cuidado de los hijos ya no es su ocupación principal. Además, se ha ampliado de forma considerable el tiempo que las personas pueden ser productivas. Sin embargo, el principal problema del envejecimiento de la población es que el número de personas en edad laboral se reduce. En consecuencia, el número de pensionistas aumenta y eso supone un mayor gasto social.
Para que el envejecimiento de la población tenga una repercusión positiva a nivel económico y social es necesario que se produzcan algunos cambios en el sistema laboral, encaminados a beneficiarse por más tiempo de los talentos de los más mayores. Así lo manifiesta el último informe de la European Science Foundation, que apunta a la necesidad de estudiar las modificaciones que deben introducirse en el sistema sanitario, las pensiones y la edad de jubilación.
Según los expertos, la edad biológica ya no es significativa a la hora de clasificar a los mayores. Hay gente que disfruta de sus plenas cualidades físicas y mentales entre los 65 y los 85 años y que puede ser un eslabón importante en la sociedad. Nadie ha tenido que explicarle esto a los mayores.
Sara Cañizal Sardón
Columnista invitada