Opinión / ENERO 16 DE 2022

¿Hasta cuándo de lo mismo?

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Qué interesante sería que los candidatos a los cuerpos parlamentarios y Presidencia de la República, se concretaran más en  sus propuestas sobre la forma viable, práctica y efectiva como piensan darle salida a los grandes problemas que enfrenta nuestra Nación y que ello  se constituyera en una especie de contrato que los comprometa seriamente con su electorado, so pena de someterse a su revocatoria automática, sin nueva decisión electoral en caso de incumplimiento.

Esa es una de las urgentes reformas que el país requiere, como es la electoral, este debería ser uno de los puntos de mayor trascendencia, para impedir que tanto personaje se dedique en campaña a prometer cosas que de antemano saben no van a poder cumplir, pero que las autoridades encargadas de registrar los programas que  por ley todos deben presentar,  al parecer ni siquiera se toman la molestia de revisar y admitir, lo cual se constituye en un claro engaño para los incautos electores. Ellos saben que muchas de las cosas que se comprometen a hacer cuando sean elegidos, no dependen exclusivamente de ellos, que cuentan con impedimentos legales que deben sortear, con limitantes de carácter presupuestal, con la necesidad de constituir alianzas que a lo mejor pueden comprometer los intereses y principios propios y de su colectividad, entre muchos otros elementos interferentes. La problemática ya la conocemos e incluso la gran mayoría la vivimos y en las campañas cada 4 años, salen los mismos con las mismas, y lo peor con peores condiciones.

Criticar es muy sencillo, sobre todo cuando se ha laborado en dirección opuesta a quienes se encuentran al mando y por ello es de esperarse que quienes aspiran a reemplazarlos, dediquen más tiempo a formular sus estrategias específicas y menos a cuestionar lo que se ha hecho. Muchos de ellos, la mayoría  ha formado parte de tales instancias de liderazgo y conducción de los organismos del Estado y les ha cabido también la responsabilidad de buscar salidas a tan sentidas problemáticas sociales, políticas, económicas como las que seguimos padeciendo y hoy se presentan a cuestionar a los cuatro vientos lo mal que se han enfrentado, como si a ellos también no les competiese aportar salidas desde el rol y la posición que han ostentado. Quien le puede creer a un individuo en tales condiciones que ahora si va a  hacer algo, cuando ha tenido la oportunidad de hacerlo y no lo ha hecho. Y este comentario, no es solo para una persona, ni movimiento especifico en particular. Es para todos sin excepción. 

El idea sería, como se escucha en el argot popular aunque ya sabemos de antemano la complejidad de hacerlo, que se lograse una renovación plena de caras, pero no reemplazadas por amiguismos, familiaridad, componendas o clanes que tan solo lograrían que sigamos igual o peor. El problema fundamental es que mientras las reformas estructurales que necesitamos sigan en manos de los mismos que tendrían que ajustar en bien del país, tantas de sus gabelas y privilegios particulares, será imposible pretender alcanzarlas. Es un conflicto de intereses al que nunca se le ha puesto el interés debido. A lo primero que se le opondrían es a la propuesta de inicio de este escrito. Este es uno de los fundamentos de la falta de credibilidad hacia nuestra dirigencia política.


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