Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
La cara de Armenia, un rostro arrugado que refleja el paso de los años de abandono en su conducción político-administrativa (más de cuarenta), marcados por el desgobierno y corrupción rampante.
Las celebraciones onomásticas deberían gravitar en la conjura del padecimiento anárquico procedente de los flagelos nombrados, además, del egoísmo, arrogancia, individualismo, carencia de identidad y civismo. Ceremonias que deberían causar cosquilleo en la dirigencia, para que no se siga atentando en contra de la ciudad en aspectos en que la ha sumido el desgobierno sistémico.
Las nuevas colonizaciones (invasiones). La ciudad ha crecido exponencialmente por la afluencia migratoria procedente de otros territorios, causada por diversas motivaciones (residencia, turismo, negocios). Fenómeno que crece en el territorio departamental y capitalino, con el afincamiento sobre una infraestructura de cuarenta años atrás, deteriorada y obsoleta, a consecuencia de los efectos del paso del tiempo y la falta de mantenimiento y ampliación, actividades imperiosas ante el nuevo fenómeno migratorio.
Se alardea como ciudad biodiversa, de soberbios corredores ambientales, pero olvidan la arremetida urbanizadora inmisericorde, de altas moles de ferro concreto, que roban la visual del paisaje (contaminación visual); además, contaminación del aire por partículas en suspensión derivadas de un alto flujo vehicular que circula por la estrecha y arruinada malla vial. Se intoxican nuestra arteria hídrica (Río Quindío) por el aumento en la demanda del recurso, igual, la sobrepoblación y actividad turística desmedida, aumenta los desechos industriales y domésticos que cada día ahogan los sitios de disposición final.
Resultado indiscutible, el problema social de Armenia y el Quindío (violencias: intrafamiliar, pandillas, adolescentes y jóvenes imbuidos en la drogadicción, micro y narcotráfico, prostitución y, profunda pobreza mental y material), contextos que puntean el camino a la miseria, la falta de oportunidades, deficiente educación y empleo, pero, sobre todo, la corrupción.
Es oportuno pensar la posibilidad de abandonar la arrogancia y el mesianismo derivado desde nuestros ilustres fundadores, y despertar el sentimiento de la quindianidad, que supere las diferencias de los primigenios fundadores que, a pesar de ser visionarios, se ahogaron en enfrentamientos estériles.
¿Cómo superar las discrepancias históricas afincadas desde el mismo momento fundacional?, cuando “Tigrero”, analfabeta y Segundo Henao, letrado, ante el incumplimiento a un convite para la construcción de un puente, fuera el punto de partida en el desorden socioeconómico que todavía vive Armenia y el Quindío.