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Otro caso aberrante en el funcionamiento de la justicia en nuestro País, hemos tenido oportunidad de afrontar los colombianos esta semana: Se trata del hecho vergonzoso originado el pasado 28 de junio en Barranquilla, cuando un jugador profesional de fútbol , de nombre Javier Flórez, asesinó a un hincha al término de un partido en el cual su equipo, el Junior perdió el campeonato, frente al Once Caldas, por el solo hecho de haberle reclamado por su presunta responsabilidad en lo sucedido en la cancha.El implicado en el caso, desde un principio aceptó los cargos, se declaró culpable, manifestó su arrepentimiento y disfrutó libertad para ser luego llamado a juicio dentro del proceso normal. Inicialmente la Fiscalía lo calificó como homicidio agravado, pero al final cambió tal calificación por la de homicidio simple, aduciendo que el autor actuó en estado de ira e intenso dolor, por lo cual se le impuso una pena mínima, ex carcelable y en consecuencia el juez le otorgó libertad condicional.
Aparte de ello, se le impuso una indemnización de $150 millones a favor de la familia del mecánico Israel Cantillo, víctima del suceso, que podrá ser cancelada en un término de cinco años. Preocupante e indignante que estas cosas pasen, sobre todo porque ratifican una aseveración que alguna persona hacía a este servidor en alguna ocasión, asegurando que conoce a cierto abogado (no dijo su nombre) que se ufanaba de librar de la cárcel en un tiempo récord (días o incluso horas) a alguien que hubiese asesinado a otra persona, obviamente cancelándole los honorarios que él le exigiese de acuerdo con las variables relacionadas con cada caso.
De ahí que se torne razonable la moraleja o mejor “inmoraleja” como la calificó el periodista Juan Gossaín esta semana comentando este mismo hecho, según la cual “el que pueda pagar un muerto, que vaya disparando”. Según las informaciones de prensa, aparte de la controversia desatada, al interior de la familia de la víctima ya se han desencadenado divisiones y posiciones encontradas que preocupan por las consecuencias nefastas que de allí se puedan derivar. Bien sabemos el daño que puede ocasionar el dinero, que infortunadamente relega a un segundo plano el valor de la vida humana, que si bien, ya en este caso es imposible de restablecer, es la que debe primar para asegurar que su violación no se quede en la impunidad o que el castigo aplicado y la necesidad de resarcir en la debida proporción todos los perjuicios adyacentes infringidos, sean debidamente satisfactorios para la familia y para la sociedad.
Lamentablemente en un mundo tan secularizado, sin una clara idea de lo que para nosotros representa Dios, como autor y dueño de la vida, todos nos vemos sujetos a este tipo de acontecimientos, con una verdadera transgresión de valores. Somos incapaces de descubrir lo que es realmente trascendental en nuestra vida. Aparentemente consideramos a Jesús como nuestra paz, pero olvidamos que para conservar esa paz, es necesario reconocerlo efectivamente, conservarlo y renovar a diario su presencia en el corazón de cada quien, sacando de allí, todas esas bajezas que nos llevan a actuar con precipitación, cometiendo errores fatales como los comentados atrás. Por algo se le quejaba Jesús a Pedro, cuando este le reparaba por la suerte que debía correr en su misión de rescatar del pecado al hombre con su pasión, muerte y resurrección: “Déjame seguir mi camino, Satanás, que tus ideas no son las de Dios sino las de los hombres”. Es triste admitirlo, pero nuestra justicia esta impregnada y corroída de miseria humana. Que Dios nos tenga de su mano.
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