Opinión / AGOSTO 13 DE 2018

Los muchachos de antes

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Los hombres, vamos de ilusión en ilusión, hasta esa batalla final cuando vencemos a la muerte y nos instalamos en el reino de la eternidad, no hay muerte porque es vida el universo. Hay muchas formas de vencer a las parcas, pero mientras las vencemos, luchamos diariamente, las batallas de la vida. Somos grandes héroes anónimos, que desde cuando nos levantamos hasta volver al lecho del divino sueño, hermano de la muerte, nos enfrentamos hora a hora, día a día, a molinos gigantes, cual quijotes ilusionados. En esas batallas siempre vamos acompañados por una mujer que nos ayuda a salir airosos. El tango es un canto a esas batallas y una loa a las guerreras que las libran a nuestro lado. 

Saliendo de la batalla más reciente en la cual triunfaron la trampa y la corrupción, y perdieron la salud, la educación, y la decencia, perdieron las montañas y los ríos, el hambre y la pobreza, la legalidad y la esperanza, los héroes cotidianos, los tramperos de la vida. Saliendo de esa batalla, nos encontramos con La Gardeliada; Un oasis vertido por quijotes de la talla de Álvaro Pareja y su pareja Martha, y Libaniel Marulanda y sus muchachos, La Gardeliada no fue más que una trampa al lado oscuro del corazón. La noche del viernes 22 de junio, el tango gardeliano nos ayudó a olvidarnos de la derrota de la decencia. Después de la batalla del 17, donde la esperanza quedó cuesta abajo, los Muchachos de antes, nos dejaron mano a mano con la nostalgia, y nuestro corazón entendió que los que creemos en una Colombia mejor, perdimos por una cabeza. Esa noche, Gloria Beltrán cantó Silencio, el desgarrador tango de Alfredo Lepera “eran cinco hermanos / ella era una santa / eran cinco besos de cada mañana”. La guerra le cambió a la viejecita, sus cinco hijos por cinco medallas. “Silencio en las noches, silencio en las almas”. Quienes perdimos la batalla del 17, no queremos que Colombia siga cambiando vidas por medallas. Perdimos, pero no nos derrotaron, ni la muerte nos derrota.

Como en el tango, tenemos que Volver, a enfrentarnos con la vida, con el alma aferrada, bajo el burlón mirar de las estrellas, volverá la esperanza a dar la lucha; no tengo miedo no del pasado que vuelve, sino del hombre cansado, de que el guerrero pierda la esperanza. Yo adivino el aspadeo de los molinos que van marcando el retorno. El batallón de la decencia está intacto. Al ritmo de un tango, o de la marcha triunfal, los decentes incansables, quijotes no vencidos, estamos lanza en ristre.

Por ahora, volvemos al buen cine, la buena música y la buena literatura. Los muchachos de antes, nos seguirán permitiendo derrotar a la nostalgia, Álvaro y su pareja, nos seguirán alimentando el espíritu, en su casa cultural, y con la frente marchita, sintiendo que es un soplo la vida, vamos a volver. 

Los molinos no son gigantes, y no nos vencerán como no pudieron vencer a don Quijote.


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