Opinión / AGOSTO 16 DE 2023

Opinar sobre el cuerpo ajeno

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Hay una costumbre muy fuerte en nuestra cultura que normalizamos sin reconocer el daño que puede causar en la psicología de las personas. Casi se convirtió en una forma de romper el hielo, poner conversación, decir algo o ser chistosos con algo. Cuando las personas se encuentran a alguien tienen la costumbre de dar una opinión sobre su imagen como si el otro la hubiera pedido o como si fuera una responsabilidad hacerlo. He visto que la gente hace comentarios como: “Como está de gorda, lo veo muy calvo, está muy acabado, ha bajado mucho de peso, se está dejando engordar”.

Estas costumbres informales y de poco respeto han causado malestar emocional y un irracional estereotipo de belleza que implica sin duda una competencia por la imagen y una idea irracional de correcto o incorrecto. Nos volvemos máquinas de evaluar y somos en algunos casos muy severos a la hora de juzgar al otro directa e indirectamente.

Una de las formas mas comunes de juzgar, aparentemente sutil, pero de las que más se perciben, es la mirada o la expresión no verbal, pensamos que el otro no se da cuenta, pero muchas veces una mirada es la base de un malestar para el otro, tal vez es difícil disimular la expresión y no la podemos modificar conscientemente, sin embargo la única forma de hacerlo es trabajar directamente sobre la creencia que permitió que se diera la conducta, es decir derribar la estúpida creencia de calificar el cuerpo como normal, anormal, bueno, malo, lindo, feo, gordo, flaco. Simplemente es el cuerpo del otro.

Si entendemos al otro desde su individualidad y sin necesidad de calificarlo comprendemos que no hay una normalidad basada en estereotipos y entendemos su belleza sin importar su forma. Es tan sencillo como comprender que cualquier expresión es válida y que muchas personas no necesitan ser flacas o musculosas para ser felices, no necesitan verse diferentes y con su forma pueden vivir su experiencia de vida, siendo su propia mejor versión.

Esto aporta también a la autoevaluación y tendencia a juzgar fuertemente nuestro propio cuerpo que en muchos casos es sin duda un resultado de un discurso social o familiar que se convierte en un fuerte referente y una voz interna que desgasta el día a día presentando múltiples quejas sobre como nos vemos. Por esto cuando criticamos, juzgamos o señalamos, sin duda proyectamos gran parte de nuestras inseguridades y vacíos internos. Aprendamos a entender nuestra propia imagen y dejemos de pensar que la tenemos que cambiar o que debemos ser otros para ser felices. 

Si hacemos un compromiso de cambio que sea sin duda para mejorar y no para ser como otros, ni mucho menos como un estándar o estereotipo arbitrario que viene incluso de personas con morfologías y genéticas muy distintas. 


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