Opinión / ABRIL 01 DE 2023

Plantosofía de stefano mancuso (1)

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“¿Cómo sería el mundo si no existieran las plantas?”, interroga el neurobiólogo italiano, y fascinante escritor, Stefano Mancuso. Añade: “Las plantas son más sensibles que nosotros a todo cuanto las rodea”. De acuerdo, Stefano. No estás lejano de abarcar la plena conciencia que, de la Tierra, del paisaje y todas las plantas en sus conexiones con el ser humano, reveló el monje zen vietnamita Tich Nhat Hanh. Que también encontramos en varios libros del filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han y su bondadoso libro Loa a la tierra. De Tich, respetado Stefano, y proponértelo es sugerirlo indirecto al potencial lector de esta columna, podría recomendarte los libros de este maestro zen vietnamita traducidos al español. Un canto de amor a la Tierra engrandecería tus explicaciones biológicas. Con esta primera columna, serie de cuatro o cinco, pretendo emocionarme de manera pública con Stefano y sus científico místicas investigaciones sobre las plantas. ¿Cómo sería Calarcá si no existieran las plantas? ¿Y el Quindío, cómo se vería? ¿Y Colombia? ¿Qué sería del mundo sin la serranía de Chiribiquete, Edén en la Tierra? Los cuestionamientos, respuestas y explicaciones de Stefano en cada uno de sus libros inducen a insondables razonamientos espirituales y materiales con relación a las conexiones del ser humano y las plantas, además de las reciprocidades de estas con ellas mismas y con las especies animales. Cuanto manifiesta y evidencia en sus libros este singular neurobiólogo, abruma y alegra despertándonos a otras realidades de la naturaleza, con su atrayente prosa didáctica y poética sustentada en datos históricos poco divulgados entre quienes no somos cercanos a tal temática, sin salirse de su línea científica. Mancuso es director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal, en Florencia, Italia. Mediante el conocimiento del universo sensible de las plantas, sus libros nos compenetran con la naturaleza. En mi caso, amplifican mi visión mística panteísta de los árboles, bosques y montañas. La naturaleza toda, sacrosanto templo expansivo de mi otredad vegetal por donde hago oración con asiduidad. Desde ellos entiendo mejor qué sentían, escuchaban y veían en sus caminatas Krishnamurti, Anandamayi, Basho, Saadi o Thoreau. Se aprende, con Stefano, a festejar las plantas desde una minúscula yerba hasta un majestuoso roble o un formidable samán. Todos los árboles y plantas (y pocas personas por suerte) que encuentro en mis caminatas por la carretera que de La Rochela conduce a Quebradanegra; o la que lleva de esta hacia Córdoba, entienden que he departido con Stefano a través de sus libros porque a lo largo del camino percibo cuanto me expresan con sus hojas y ramas, con sus movimientos, flores, frutos, sentimientos y emociones. Cuando Stefano conozca Chiribiquete, sus intuiciones y planteamientos se expandirán hacia límites con la conciencia que el biólogo jamás ha imaginado.


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