Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
De toda situación crítica a la que se ven enfrentadas las familias vulnerables de la población, generalmente pretenden sacar dividendos personajes siniestros que nunca faltan y quienes resultan desempeñando el papel de aves de rapiña que convierten las tragedias de los demás en su propio banquete particular.Es lo que hemos presenciado con motivo de la tragedia invernal que dejó aún más arruinadas a millones de personas en nuestro país. Arruinados desde el punto de vista material a los unos, pero mucho más arruinados moralmente a los demás que han pretendido explotar para ellos la solidaridad nacional e internacional de sus congéneres, aprovechando para sí lo correspondiente a las víctimas. Unos que engañan a los donantes, haciéndose pasar como representantes de organismos de beneficio social. Otros que se hacen pasar como víctimas sin serlo, para acceder a las ayudas.
Otros quienes, recibiendo las ayudas, las acumulan y retienen en sus dependencias y bodegas por término indefinido, mientras sus beneficiarios deben seguir aguantando las necesidades, a la espera de que la burocracia establecida para asegurar que les llegue de forma pronta y oportuna como debe ser, se decida a entregarla. Razones burocráticas, razones de tramitomanía, razones políticas, de caprichos personales o de otra índole, son todas reprochables. Generan con toda razón, las reacciones de la gente como sucedió en una población de la costa Atlántica donde sus habitantes desfallecían de hambre, mientras la alcaldía mantenía almacenados los víveres recibidos, forzándolos a tomar por la fuerza lo que por derecho les correspondía. Absurdo que se presenten este tipo de situaciones. Y como de lobos rapaces, el caso de personajes que aprovechan la situación para ‘desocupar’ sus closets, de todo lo que ya no les sirve y les está estorbando, con el agravante que tampoco a los destinatarios les sirve por su pésimo estado, lo cual, además del engaño, complica y congestiona el trabajo de los socorristas.
También de rapacidad, el caso de quienes buscan sacar provecho mediante el fenómeno económico de la especulación, generando una escasez ficticia de elementos de vital consumo para provocar alzas de precios, como el caso de la carne, mientras paradójicamente ciertos ganaderos crean situaciones contradictorias de altos o bajos precios en el mercado, de acuerdo con sus conveniencias particulares.
Es el mundo que nos toca enfrentar, lleno de contradicciones y de situaciones complejas: unos son víctimas de las tragedias, otros se solidarizan con ellos, otros se apoderan del producto de la solidaridad, otros obstruyen su flujo normal hacia los destinatarios, otros dan lo que ya no sirve y otros generan pánico especulativo para atropellar el bolsillo del consumidor.
Frente a este panorama, cabe preguntarnos nosotros como católicos bautizados, qué papel nos corresponde desempeñar para no quedarnos pasivos o indiferentes ante todo lo que sucede, sabiendo que nuestra tarea es testimoniar que Dios está actuando en nuestra vida, la que debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, ya que en ellos se hace presente la liberación querida por Dios. Hoy estamos celebrando esa fiesta del bautismo de Jesús que nos anuncia un mensaje de salvación para todos sin excepción, pero con una exigencia de iniciar un proceso de cambio, abriéndonos a él, abandonando toda clase de egoísmo, haciendo el bien, denunciando todo ese tipo de atropellos e injusticia en contra de ellos, participando así de la obra salvadora de Jesús en contra de la opresión y de la injusticia.
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