Opinión / ENERO 24 DE 2022

Terror en el seminario

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“Fuimos destruidos. No al abuso sexual. Detenerlo es tarea de todos… Tú lo olvidarás mañana, Yo lo recordaré toda mi vida. Justicia”. Texto de una pancarta exhibida por un abusado, ante el obispo durante una procesión en el episcopado de Astorga. 

El día de la canonización del papa polaco, fue para Emiliano Álvarez, tan amargo como aquellos cuando con su hermano no podía dormir, temblando de miedo.  Sentía los pasos del sacerdote, avanzar, abrir la puerta del dormitorio y sentarse en la cama. El padre Gordón, debajo de la sotana estaba completamente desnudo, y mientras el niño lloraba y tiritaba de miedo, el cura frotaba su enorme pene, luego le arrancaba la pijama de un solo tajo. 

Emiliano y su hermano sobrevivieron a las drogas, al terror de los curas, y a la desazón de desnudarse ante su esposa. Sobrevivieron a sus lágrimas diarias y a la tortura de sus recuerdos. Emiliano y su hermano sobrevivieron a la complicidad de Wojtyla con el abuso. Los niños crecieron atormentados por su pasado. Por eso cuando Emiliano vio en la televisión la canonización de Juan Pablo Segundo, no pudo aguantar más y le contó a su esposa, sus días de horror en San José de la Bañeza. Abrazado a su esposa, empezó a escribirle al obispo de Astorga y al papa Francisco, su vida truncada por los sacerdotes Sánchez Cao y Ramos Gordón, reclamándoles por qué la iglesia cerró los ojos,  en los tiempos de su violación.  Su Santidad, ¿si el llanto de los niños se escuchaba en todo el mundo, por qué Juan Pablo Segundo tapó sus oídos?  ¿Si el llanto de mi hermano y el mío, retumbaba en los corredores de San José de la Bañeza, llegaba hasta la plaza de San Pedro, por qué no entró a la habitación del Papa? ¿Por qué tengo que dormir con la cabeza tapada, y vestido? ¿Por qué no puedo disfrutar de mi esposa como mi vecino disfruta con la de él? ¿por qué no puedo ser un hombre como todos los hombres, a mis cuarenta y nueve años? ¿Por qué convierten en santo al hombre que con su silencio fue cómplice de todos los pederastas de la iglesia? 

Los gritos de los niños en San José de la Bañeza eran los mismos gritos de los niños de Boston, de los niños chilenos del monstruo Karadima, de los niños del cardenal López Trujillo conocido como Trujitler en Colombia, del cardenal polaco Stanislaw Dziwisz, conocido como la viuda del Papa, de los niños mexicanos violados por el legionario Marcial Maciel, y el de los más de cuatro mil niños violados por sacerdotes australianos. Esos gritos desgarradores que salían de las entrañas violadas y destrozadas para siempre fueron escuchados por todo el mundo, menos por Juan Pablo, quien tapó sus oídos, y en la llamada conspiración del silencio, protegió a los abusadores, haciéndolos cardenales. 

A la fábrica de santos, le falta el obispo del diablo, pero Juan Pablo Segundo, lo abolió previendo su santidad. 
 


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