Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
De acuerdo con la antigua y original tradición, es desde esta noche que empieza la gran celebración para todo hombre o mujer ungido con las aguas del bautismo, que se considera cristiano auténtico: La fiesta de todos los santos, una vocación o llamado que a todos nos cobija sin excepción alguna y por la que tenemos el deber de trabajar, mientras pertenezcamos al mundo de la vida terrenal.La celebración de hoy corresponde a una costumbre en principio muy bien intencionada, conocida en el idioma inglés como el “All hallow’s eve” (víspera de todos los santos), convertida luego con el crecimiento de movimientos paganos, satánicos, contrarios a la fe católica, en una celebración de culto a la muerte, al terror, a la brujería a los fantasmas y al demonio, abreviando la frase en la palabra “hallowen” que hoy todos conocemos. Algo que muchos testigos hoy convertidos al catolicismo, han calificado como la mas importante para los cultos demoníacos, pues además de marcar el inicio de un nuevo año satánico, prácticamente celebra el cumpleaños del diablo, la representación real del mal en el mundo y a quien muchos incluso católicos parecieran extrañamente ignorar y en otros casos hoy adorar. No podemos cerrar los ojos a esta realidad y por ello hoy día los padres de familia debemos estar cada vez más atentos a las relaciones que frecuentan nuestros hijos, pues el peligro es latente y creciente.
Que busquemos rescatar en concordancia con nuestra fe, la importancia de la celebración desde la víspera este 31 de octubre, de todos los santos, quienes no solamente son los que ya están reconocidos oficialmente por la jerarquía eclesiástica y son venerados en los altares, sino todos quienes en su vida hicieron los méritos suficientes en el amor a Dios y a sus hermanos. De seguro muchos de nuestros familiares, amigos, conocidos ya se cuentan entre ellos. Nuestro deber es desenmascarar el mal en todas sus manifestaciones (violencia, odio, división, envidia, venganza, dolor, angustia, desesperación, destrucción, etc.) y proclamar el bien que encarna Jesucristo con paz, amor, unidad, tolerancia, armonía, esperanza, progreso, etc.
Es natural que de todas formas los niños participen de esta actividad, como costumbre sana, pero ante todo es nuestro deber afrontarla de acuerdo con las normas de nuestra fe católica, esto es, acorde con el evangelio, pues bien sabemos que el mundo moderno cada vez se aparta mas de Dios y es ahí cuando el demonio aprovecha una ocasión como esta. Los disfraces, las manifestaciones, las decoraciones, los elementos y actividades, todas deben estar enmarcados en hechos y personajes ejemplares que construyan y rindan culto a Dios y a la vida, nunca al demonio y a la muerte.
Como católicos, profesamos que solo Jesucristo nos libera de la muerte. Solo Él es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos espirituales del hombre. Solo El nos protege de la monstruosidad de Satanás y los demonios. Solo El le da sentido al sufrimiento con su Cruz. Solo El es vencedor sobre el horror y la muerte. Solo Dios basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de Cristo. Ante Cristo la cultura de la muerte cede el paso al amor y la vida. Que hoy, como a la casa de Zaqueo, llegue también la salvación a muchos hogares decididos a abrirle la puerta a Jesús.
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