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Es natural que toda persona busque siempre la mejor ubicación, aquella que le permita obtener los mayores beneficios, desarrollar al máximo su potencial, asegurar los mejores resultados y por ende el éxito personal, profesional, social. Es una tendencia que requiere su precio, sobre la base que nada en la vida se obtiene de manera gratuita, aunque en ciertos casos, lleva a renunciar a los propios valores, buscando evadir tal costo. Un adagio popular plantea que “quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Es lo que en estos días una gran cantidad de políticos han reiterado como práctica acostumbrada y que recientemente legalizó un artículo transitorio que se ingeniaron los mismos legisladores calificado como el del “transfuguismo”, al aceptar que todos podían pasarse libremente hasta el pasado 15 de septiembre de un partido político a otro, sin importar los principios, la ideología, la filosofía, los estatutos, los valores, de una u otra afiliación. Esto no es nuevo, pues al fin y al cabo, eso nunca ha sido importante para ellos. La experiencia evidencia que lo único importante para la mayoría, ha sido figurar, ocupar los mejores lugares, conservar su vigencia, escalar posiciones dentro del poder público, sin importar los mecanismos, procedimientos o movimientos que sea necesario aplicar, incluyendo la venta de su propia conciencia.El mensaje que hoy nos envía Jesús hace referencia a un tema como este, al señalar que “si alguien quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”, al conocer que sus discípulos discutían entre ellos, sobre quien debería ocupar el primer lugar. La invitación es de profundo significado y debería marcar la pauta para un auténtico líder, un dirigente honesto, transparente, identificado con las aspiraciones de su comunidad en la búsqueda de su progreso y de su bienestar social y económico. Muy contrario a lo que nos hemos acostumbrado a vivir y en lo cual tanto electores como elegidos tenemos nuestro grado de responsabilidad: Los primeros dejándonos tramar a base de argucias de los segundos en los tiempos previos a las elecciones, para permitirles en sus cuatro años de ejercicio, alimentar sus prácticas corruptas en detrimento de nuestra propia estabilidad y anhelo de mejor estar para todos.
Las billonadas que denuncian los organismos de control del Estado como pérdidas o robos de las que se apropian para su exclusivo beneficio, son justamente los recursos de alimento, salud, educación, vivienda, vestidos de tantos hermanos que observamos en calles, barrios de miseria y demás sitios donde se concentran. Triste panorama: El enriquecimiento de tantos pícaros de cuello blanco, es la miseria y el hambre de otros miles de hermanos nuestros. Y la dirigencia política solo sigue interesada en buscar su mejor y más cómodo lugar a base de clientelismo y corrupción. ¿Hasta cuándo? Con toda razón San Pablo señalaba que de la codicia nacen los mayores vicios e inclinaciones al mal en una persona. La ambición no tiene escrúpulos ni consideración alguna. Hoy requerimos que subsista el cambio radical; pero no del conocido movimiento político, sino con una auténtica transformación en la mentalidad y en la actitud de quienes buscamos efectivamente un mejor País, imitando a Jesús en su permanente disposición de servicio con generosidad y con amor.
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