Ciencia / ENERO 15 DE 2023 / 10 meses antes

Educación, más cobertura y calidad: una ilusión

Autor : Diego Arias Serna

Educación, más cobertura y calidad: una ilusión

Lo que significa la educación para una sociedad, lo expresó maravillosamente el Benemérito de las Américas, Benito Juárez, cuando afirmó: “La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”.

Desde el triunfo de Gustavo Petro en las elecciones pasadas, se ha anunciado los cambios que vendrán para la educación y pareciera que, por arte de magia, toda la niñez, la adolescencia y la juventud serán escolarizados y el país será más preparado. El presidente sabe muy bien que en ese aspecto está la clave para que nuestra nación supere tantos problemas que la agobian y la siguen estancando. La verdad es que no hay que hacer un esfuerzo mental para ver la importancia de la escolaridad en el avance de una sociedad. 

A lo largo de la historia de la humanidad, pensadores y gobernantes han resaltado esa importancia. La afirmación de Benito Juárez (1806-1872) presidente de México en varias ocasiones, es una muestra de ello. Infortunadamente, no todos quienes gobiernan le dan el contexto que necesita, cuando no es que esquilman el presupuesto. Más recientemente, un premio Nobel de Economía (2000), James Heckman, experto en la primera infancia, ha estado resaltando que se debe invertir en esa etapa de la vida de una persona. 

Uno de sus argumentos es que invertir en este ciclo vital es una estrategia necesaria y eficaz para el crecimiento económico de una nación. La razón la tiene la neurociencia, porque  ha comprobado que entre los 0 y los 5 años el cerebro tiene un proceso de desarrollo determinante para las habilidades cognitivas y sociales. Es decir, en los primeros años se sientan las bases necesarias para el éxito en distintos escenarios como la escuela, el trabajo y la vida en general. Por supuesto, se deben tener en cuenta la alimentación y la salud, que están asociadas a las condiciones de salubridad y a la opción de tener agua potable, así como una vivienda higiénica y digna.

Esas condiciones asociadas con la calidad de vida, en el caso de Colombia, son deprimentes. No es sino visitar los barrios pobres de las grandes ciudades, así como las intermedias y pequeñas, para percibir la miseria. Al visitar el campo colombiano el panorama de indigencia puede ser más sombrío. Esa situación es un reflejo de las diferencias sociales que hay. Como ha comentado Heckman en muchas entrevistas, “en todos los países donde este tema ha sido investigado se concluye que la desigualdad en la primera infancia persiste en las etapas posteriores”, y aunque se conozcan las potencialidades del cerebro de los niños, sin embargo, se invierte más en etapas posteriores. 

Como señaló Víctor Manuel Silva Galaviz en la página web de Educación Futura, Periodismo de interés público, en julio de 2021: “El trabajo pionero del profesor Heckman junto con un consorcio de economistas, psicólogos, estadísticos y neurocientíficos muestra que el desarrollo durante la primera infancia influye directamente en la economía, la salud y las consecuencias sociales para los individuos y la sociedad. Los entornos tempranos adversos generan déficits en las habilidades y capacidades que reducen la productividad e incrementan los costos sociales, lo que se suma a los déficits financieros que enfrentan los ciudadanos. El desarrollo durante la primera infancia conduce al éxito en la escuela y en la vida”. 

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Invertir en la niñez en situación de riesgo

Conociendo los aportes del Nobel de Economía, se podrían hacer algunas preguntas sobre la propuesta del presidente Petro. Si para nadie es un secreto que la primera infancia en Colombia, en su gran mayoría, ha estado abandonada y que los ciclos escolares de primaria y bachillerato presentan baja calidad, ¿estará bien pensar en ofrecer educación universitaria gratuita y para todo?, ¿ampliar la cobertura estudiantil no podría conllevar a un menor desempeño?

Otras inquietudes: ¿Tener deficiencias académicas, no conlleva menor salario y aumento de la desigualdad? ¿Será fácil tener un número alto de estudiantes y una buena calidad académica? ¿Qué tan preparados están los docentes de todos los ciclos escolares? ¿La infraestructura de las instituciones educativas son adecuadas? ¿Si actualmente la tasa de deserción es alta, no habrá riesgo que aumente al crecer la población estudiantil? o ¿se engañará la calidad con la promoción automática? 

Los interrogantes pueden aumentar al incrementarse la población estudiantil. Pero es importante seguir enfatizando en la importancia del planteamiento de Heckman, que Galaviz lo resalta cuando expresa: “La educación durante la primera infancia fomenta las habilidades cognitivas junto con la atención, la motivación, el autocontrol y la sociabilidad, que representan las habilidades conductuales que convierten el conocimiento en experiencia y a las personas en ciudadanos productivos. Invertir en la educación durante la primera infancia para niños en situación de riesgo es una estrategia efectiva para reducir los costos sociales. Todos los niños necesitan apoyo eficaz en la primera infancia, y los niños en situación de riesgo provenientes de entornos carenciados tienen menos posibilidades de conseguirlo”. No es sólo la formación en esa primera etapa, sino haciendo énfasis en los niños víctimas de la desigualdad, en una sociedad injusta.   

Porque como continúa afirmando Galaviz, “estos niños vienen de familias que carecen de los recursos educativos, sociales y económicos necesarios para estimular el desarrollo temprano que es tan útil para tener éxito en la escuela, la universidad, la profesión y la vida. Se pueden abordar los problemas de mala salud, las tasas de deserción escolar, la pobreza y la delincuencia y reducir sustancialmente los costos que deben pagar los contribuyentes mediante la inversión en oportunidades de desarrollo para niños en situación de riesgo. Invertir en la educación durante la primera infancia es una estrategia rentable para el impulso del crecimiento económico. Nuestro futuro económico depende de la provisión de las herramientas necesarias para el desarrollo social y para la creación de una fuerza laboral altamente educada y capacitada”. Porque, como dijo Gabo, el Nobel de Literatura, Colombia no puede seguir condenado a otros cien años de soledad y abandono.   

La calidad de la educación no mejora  

Lo afirmado no es pesimismo, porque la educación, que sería la fórmula mágica para mejorar, sigue de capa caída, así lo indican estudios recientes. La situación es más perversa cuando ha mejorado la cobertura. Así lo indicó Sergio Clavijo, columnista del periódico El Tiempo en febrero 2021, en su artículo Calidad educativa en Colombia, cuando expresó: “Colombia ha venido progresando en cobertura educativa primaria y secundaria. Su cobertura bruta se elevó de 50 a 95 % de la población en las tres últimas décadas. Así, la brecha educativa de Colombia respecto a la Ocde bajó del 20 al 5 % (Saavedra y Forero, 2018). Sin embargo, la cobertura educativa neta (aquellos conforme a su edad) se elevó sólo de 62 a 76 %, y por eso esta brecha educativa bajo solamente de 20 a 10 %. Aparece, entonces, la gran preocupación por estancamiento en calidad educativa en Colombia”. La Ocde es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y Colombia hace parte de ella desde el gobierno de Juan Manuel Santos.

Clavijo termina su artículo manifestando: “Ha llegado el momento de repensar la utilidad de ofrecer el ‘bachillerato clásico’ al 95 % del estudiantado en Colombia. Las cifras nos dicen que la deserción y la repitencia escolar causan que un 60 % del estudiantado de secundaria supere la edad que les correspondería. En vez de seguir desviándonos hacia “programas para sabios”, Colombia debe repetir la experiencia de Corea del Sur al consolidar bloques de aprendizaje, iniciando desde la primaria. En 1960, esa Corea tenía un gran atraso educativo; pero tras mejorías persistentes ha logrado superar nuestro ingreso per cápita en múltiplos de diez veces y hoy se destacan a nivel global. Arranquemos ya”.

Hay más ejemplos, como el modelo finlandés, pero aquí también hay ejemplos a seguir, y para citar un caso se menciona al Liceo Campo David, cuya sede está en el sur de Bogotá. Inició con estudiantes de estratos 1, 2, y 3, pero el empeño de profesores, padres de familia y estudiantes lo han ubicado entre las mejores instituciones del país.

No son las pruebas de Estado lo que principalmente lo destacan, es el hecho de que logran ingresar a la Universidad Nacional y a la de los Andes, donde tienen becas garantizadas. En esa institución impera la disciplina, el afecto, el interés de sus estudiantes por aprender. No presenta problemas de droga ni de chicas embarazadas. Las ventajas académicas y de formación son tan buenas que, en los últimos años, padres de familia que viven en el norte de Bogotá han preferido matricular a sus hijos allí. Todas las formulas, sin ser mágicas, están dadas para mejorar la educación y por ende las condiciones económicas y de violencia del país; así como el conflicto armado, que no se detiene porque la guerra es un negocio. Pero, Petro tiene otro escollo a superar, como es el de las instituciones privadas que en Colombia son mayoría, tanto en educación básica como la superior.  

Educación privada: ¿la solución?

La propuesta de Petro de educación gratuita y para todos puede presentar una ventaja o una desventaja. Es ventajoso con las instituciones tanto de educación básica como universitaria, si son de calidad, que no son todas; más bien, abunda la mediocridad. Y es una desventaja si el presupuesto para la educación se reparte entre todas las instituciones educativas de Colombia. El cómo se distribuye son expertos los políticos y quienes dirigen los establecimientos educativos privados. Con todo lo que ha pasado en el país, hay derecho a pensar que posiblemente ese presupuesto se convertirá en una rapiña de los corruptos

También se debe pensar en el problema de la deserción, porque si en estos tiempos la cobertura es limitada y el abandono escolar es alto, ¿qué pasará al aumentar la población estudiantil? La iniciativa es aplaudible, ¿pero no será peor la cura que la enfermedad? Los estudiosos de estos temas deben tener iniciativas inteligentes que ayuden a mejorar la calidad educativa aumentando la población estudiantil. 

Los expertos de Fedesarrollo expresan otras cosas. El problema central del sistema educativo colombiano es la deserción, pues por cada 100 niños que entran a primero de primaria, sólo 44 se gradúan como bachilleres, de hecho, en el trance entre la secundaria y los programas técnicos o profesionales es cuando más se nota el abandono; de esos 44 graduados sólo el 38,7 % acceden a la educación superior. ¿Se mejorarán esas cifras con más cobertura? ¿Si hay experiencias positivas por qué no se asumen? 

Colombia lo tiene todo para que su población viva dignamente: recursos naturales y personas preparadas. Lo importante es seguir el mensaje del nobel de Economía, James Heckman: educación de calidad desde la primera infancia. La mayoría de los colombianos han padecido mucho; ya es tiempo de salir de ese pozo de pobreza que han generado quienes han gobernado durante 200 años, y han alimentado los conflictos armados. Basta ya, si la mayoría se lo propone, sin fanatismos.    


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