Autor : Diego Arias Serna

Hay que señalar sin titubeos que la gran pobreza en el mundo no necesariamente es la económica, sino la pobreza mental fruto de la falta de educación.
“Todo el que recuerda su propia educación, recuerda a sus maestros, no los métodos o técnicas. El maestro es el corazón del sistema educativo”: Sidney Hook (1902-1989), destacado filósofo de EE. UU.
El acto de enseñar ha sido preocupación de pensadores, gobernantes, hasta militares y por supuesto pedagogos y profesores. Platón (427-347 a. C.), uno de los grandes de la filosofía, afirmaba: “la educación es lo que permite a una persona superar el sentido común, es decir, pasar de la realidad sensible a la realidad inteligible”. Más delante, Cicerón (106-43 a. C.) manifestó: “si quieres aprender, enseña”; y fiel a ello, hacia el final de su vida decía: “A pesar de que soy mayor, sigo aprendiendo de mis discípulos”.
Por su parte, Napoleón Bonaparte (1769-1821), expresó: “la educación de un niño comienza veinte años antes con la educación de sus padres”. También, son muchas las escuelas que se han formado y han dejado la impronta sobre la educación, y por supuesto la sociedad. En este documento se cita solo una: la escuela Lancasteriana, porque señala un problema actual: la educación tiene su “sello de clase”. Las que no se mencionan, igualmente tienen su mérito, pero el objetivo del artículo es destacar que, en Argentina, en septiembre se conmemoran varias efemérides sobre la enseñanza.
En ese país es el Mes de la Educación, porque tienen presencia varios protagonistas de la vida escolar: Día del Maestro, Semana Escolar, en la que se festeja el Día del Profesor y el Día del Estudiante. Como la biblioteca ha sido muy importante -aunque en estos tiempos en Colombia y otros países este espacio ha sido olvidado -, también en Argentina se celebra el Dia del Bibliotecario. Además, se conmemora el Día de los Directivos de las Instituciones Educativas. Asimismo, es el mes de la alfabetización.
También, porque el personaje argentino que dejó huella en la escuela fue Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), quien además de pensar sobre la educación, fue presidente de la citada nación. Igualmente, hay que resaltar la importancia de los estudiantes con su lucha por una escuela más comprometida, en particular el movimiento que impulsaron en 1918. En vista de que en Colombia “soplan vientos de cambio” en la enseñanza, no sobran mencionar qué dejó esa lucha por la educación de los argentinos.
Alumnos aventajados: monitores
Siguiendo a Dialnet – uno de los servicios de búsqueda más utilizado por el mundo académico y cultural hispano - en el documento titulado: “El principio revolucionario de la educación mutua” de Nicolas Bajo Santos del Real Centro Universitario “Escorial-María Cristina”, San Lorenzo del Escorial, España, se plantea lo siguiente sobre la Escuela Lancasteriana: El 1 de enero de 1798, en la puerta de un destartalado local de arrabal entonces más pobre al sur de Londres (Southwark) figuraba este cartel: “para todos los que quieran enviar a sus hijos a recibir una educación gratuita, y aquellos que no estén dispuestos a recibir la educación a cambio de nada pueden pagar si les place”.
Continúa el documento expresando que, eran los tiempos salvajes de la industrialización, y en aquel barrio, como en otros muchos de las principales ciudades británicas, apenas había escuelas públicas, y la inmensa mayoría de los niños no podía pagar la exclusiva educación privada, reservada a una selecta minoría. Quien había puesto el cartel era un joven de 19 años, nacido también en el barrio e hijo de un modesto trabajador, que nunca logró tener una situación económica estable. Se llamaba Joseph Lancaster (1778-1838).
De pequeño se había sentido llamado a ser misionero de las Indias Occidentales, de tal modo que con catorce años se fue a Bristol con intención de embarcar para Jamaica, donde esperaba “poder enseñar a los pobres negros la palabra de Dios”. Como no se pudo costear su viaje, se puso a trabajar, y poco después se unió a la Sociedad de Amigos, nombre originario de los cuáqueros (comunidad religiosa disidente de origen cristiano protestante). Luego, volvió a Londres y se disponía a enseñar a leer, a contar y a escribir al mayor número posible de niños y con el menor coste posible.
Fueron eliminados muchos insumos accesorios, como el papel, la pluma y la tinta. Los niños escribían con sus dedos o con un palillo sobre la arena. Pero ¿cómo reducir el número de maestros? Algunos dicen que cayó en sus manos un pequeño libro escrito por Andrew Bell (1753-1832), un sacerdote anglicano misionero en la India, en el que contaba cómo había puesto una escuela en Madrás para instruir a los hijos de los soldados británicos, inspirándose en una práctica tradicional de los maestros hindúes, consistente en servirse de los mejores alumnos para enseñar a los demás.
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Bolívar, amigo de Lancaster
Tomara o no la ideal de Bell, lo cierto es que Lancaster puso en marcha esta solución: los alumnos más aventajados serían monitores de sus compañeros y recibirían un pequeño regalo si lo hacía eficazmente. Había nacido el método monitorial (tutorial) o, para los más fieles a Bell, el Método de Enseñanza de Madrás. Así se logró que en el miserable local de Southwark al cabo de un par de años ya se educaban simultáneamente hasta 1.000 niños pobres con un solo maestro. El método empezó a dar de qué hablar en todo Londres. Pero Lancaster no recibió apoyo del gobierno ni de la iglesia.
Las instituciones desacreditaron a Lancaster, pero a pesar de esos obstáculos, llegó a regir 95 escuelas con más de 30.000 alumnos. Su nombre cruzó fronteras allende los mares, y su método se adoptó en EE.UU. donde el Congreso emitió un decreto para agradecer los servicios del educador inglés. Varios años antes, en 1810, hubo un encuentro en Londres de Simón Bolívar y de Andrés Bello con Lancaster y visitaron su escuela. El libertador prometió el envío de dos jóvenes de Venezuela para que aprendieran el sistema con su fundador.
La amistad de Bolívar y Lancaster fue fructífera y su método acogido en Latinoamérica. En Caracas, – donde estuvo - se presentó una dificultad: le exigían incluir en su escuela la enseñanza de la fe católica, algo a lo que no estaba dispuesto el maestro inglés. Nicolás Bajo Santos concluye: “hay que salir del sistema de escusa. Los padres echan la culpa a la escuela, la escuela a los padres, todos a la televisión, la televisión dice que ella depende de los espectadores… por fin todos nos dirigimos al Gobierno y el Gobierno hace una ley de educación… y vuelta a empezar”. Hoy se dirá que la culpa es de las redes sociales. Bajo Santos, se cuestiona: ¿qué tiene que pasar para que todos nos pongamos en pie de guerra educativa, como el mejor camino para ir cerrando prisiones y para vivir en paz?
Promovió el derecho a la educación básica
Guillermo Ramón Ruiz, pedagogo y doctor en ciencias de la educación, resalta a Domingo Faustino Sarmiento: “demostró un notorio compromiso educativo, por su labor como maestro y como estadista. Consideraba que la educación básica constituía uno de los pilares de la República. Su profusa obra presentaba planes de acción, además de una rigurosa recopilación de antecedentes internacionales que los justificaban. Su legado normativo (constitucional, legislativo, pedagógico) aún pervive como un proyecto político-educativo que trascendió a su época, por promover el derecho a la educación básica, con un Estado comprometido con su expansión y con la formación docente.
Ruiz, a manera de reflexión expone: “no es necesario replicar lo hecho en el siglo XIX, pero el rediseño de lo existente debería orientarse a concebir a la educación como una estrategia clave para contrarrestar la reproducción intergeneracional de la pobreza y la creciente desigualdad, así como las distorsiones que ambas generan en el bienestar general y en la cultura argentina”.
Finalmente, Gabriel del Mazo, uno de los líderes del movimiento estudiantil argentino en 1918 e historiador principal de la reforma universitaria, subraya el componente político-social de la rebelión de ese año con estas palabras: “los estudiantes reformistas eran tildados por los hombres defensores de la vieja universidad de ateos en el orden religioso, unitarios en el orden político, demagogos en el orden universitario y chusma en el orden social”. Eso de tratarlos como chusma, fue el procedimiento que se le dio a los estudiantes colombianos con el reciente movimiento estudiantil en nuestro país.