Autor : Antony García/Nueva Crónica Quindío

Piedad Bonnett y el periodista Juan Felipe Gómez durante la presentación del libro Qué hacer con estos pedazos.
La escritora visitó el Quindío hace unos meses como invitada del proyecto Voces y Letras, organizado por la Librería Pensamiento Escrito, Comfenalco y Cofincafé.
El tiempo arremete contra el rostro de los que andan por la vida y los despoja, sin que ellos siquiera se enteren, de las muchas vidas que pudieron vivir. Después de tanto andar, de tanto hacerse y deshacerse, solo resta recoger los pedazos de la vida que se eligió vivir, o en su defecto, que se tuvo que vivir. Piedad Bonnet, una de las escritoras más sobresalientes de la literatura colombiana, explora en su más reciente novela la necesidad que tiene el ser humano de reflexionar sobre el devenir de acontecimientos que han configurado su vida. A través de la descripción de la cotidianidad de Emilia, una periodista en constante cuestionamiento, brotan a la superficie el dolor, la vejez, la falta de amor, la soledad, el miedo, la institución familiar. Hablamos con la autora sobre estos y otros aspectos que configuran la propuesta intelectual y estética de “Qué hacer con estos pedazos”.
El lenguaje es una hebra delgada que enlaza las pequeñas aristas y los ángulos superficiales de la vida solitaria de los seres humanos. Al parecer es el único nexo material con lo otro. El lenguaje en la vida en pareja es de las primeras cosas que se deteriora. Luego llega la negociación permanente, la lucha por el territorio, la obligación de complacer. Hábleme un poco de la perspectiva que tiene Emilia, el personaje central de la novela, frente al amor.
Emilia siente un amor atravesado, como todos los amores, por la dificultad. Siente amor por los padres y por la hija. Por su marido no sabría decir si siente amor. Creo que siente eso que se siente por la gente con la que ha convivido muchísimos años. Algo que tiene que ver con el agradecimiento, con el apego, y que está lastrado por pequeños rencores, por luchas de poder, etcétera. Yo creo que Emilia es sobre todo una gran escéptica del amor. No cree en el amor tal y como lo entendemos en Occidente, que es el enamoramiento. Piensa que no tiene una segunda o tercera oportunidad sobre la tierra. En ese sentido ha renunciado al amor como una posibilidad real. Pero bueno, están esos otros amores que no necesariamente tienen que ver con el enamoramiento. El de los hijos, la familia, los amigos.
La institución familiar que se plantea en la novela tiene un aire sanguinolento, una amputación siempre abyecta del espíritu, lazos familiares que imponen, como grilletes, una forma específica de ser en el mundo. ¿Cuáles son sus ideas frente a esta institución y cómo son desarrolladas en la novela?
Yo pienso que la familia es muy importante en el sentido de que estamos siempre marcados por ella. No hay quién pueda decir que no fue marcado por la presencia o por la ausencia del padre, por la falta de amor de la madre. Por otro lado, la familia es soporte y seguridad. En lo que difiero es en el papel que la iglesia y la sociedad en general le da a la familia. Se propone como una de las células más importantes de la sociedad. Pero ya no podemos hablar así. La familia hoy es muchas cosas. Una familia puede ser ahora una madre soltera con su hija. En estas sociedades del Tercer Mundo hay familias que rompen por completo con la convención. Aun así, tenemos muy idealizada la familia.
Sea cual sea el formato, en ella siempre se encuentra un factor de conflicto. En la familia es donde comienzan a gestarse los grandes conflictos de los seres humanos y de las sociedades. A mí me interesó mostrar eso. No pronunciarme ni a favor ni en contra, sino mostrar cuántas cosas se silencian, cuántas cosas nos duelen dentro de las relaciones familiares. Cuando nos enfrentamos a una visión descarnada de la familia se puede sentir un atisbo de incomodidad o negación. Me interesó incomodar un poquito al lector poniendo en evidencia esos malestares que por lo general se intentan esconder.
Se trabaja a partir de convenciones. En literatura son formas gramaticales, sintácticas, implícitas en los géneros, con procedimientos y técnicas ya usadas por otros, con temas, motivos y tramas ya narradas y con personajes prototípicos y en ocasiones estereotipados a los que se trata de recrear. El personaje de Emilia, ¿Qué prototipo representa?
Espero que ninguno. La literatura me interesa hacer es la literatura de los seres particulares. El reto es, a través de un personaje tan particular como cualquiera de los que van por la vida, construir un mundo que represente la cotidianidad de mucha gente, o sea, que le hable a la gente de un montón de problemas propios. Emilia no es la mujer sumisa. Emilia no es la trabajadora ideal, ni la periodista perfecta, ni es la mujer más eficiente. Emilia es una mujer única, particular, inteligente y sensible. Sin embargo, ella en sí misma no me interesa demasiado, lo que me interesa es la relación que tiene con los otros. Me interesa todo lo que a través de Emilia se puede comprender de lo otro.
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Emilia es un personaje en fuga, huye sin cesar. No puede remediarlo. Huye a través de su trabajo como periodista, de la lectura de sus libros, de sus viajes. No sabe muy bien a dónde irá a parar y tampoco sabe qué es aquello de lo que huye. ¿de qué intenta huir Emilia?
Todos mis personajes son personajes que huyen. Si te fijas, Gabriel, el personaje de Donde nadie me espere está huyendo. Incluso mi hijo Daniel, cuando se va para Nueva York, está huyendo de su propio dolor pensando que cambiando de lugar cambia la vida, como si la vida siempre estuviera en otra parte. Emilia huye de una situación oprimente que no ha sabido sortear. Le parece que cualquier otra alternativa es igual porque ya está acomodada. Tiene una biblioteca, tiene un trabajo, no tiene muchas expectativas, no está buscando un amor. Lo que sufre son cosas pequeñas, cotidianas, domésticas, que, en el fondo, si se mira con detalle, son las pequeñas trampas del minimaltrato.
Después de todos estos años dedicada a la poesía y la literatura. ¿Incitaría a tomar ese camino a las personas que pretenden ser escritores?
Me parece que es duro. Durísimo. Lidiar con las palabras es muy difícil. Crear mundos que sean complejos, brindarle a la palabra un nivel de belleza lleva tiempo y mucha dedicación. El escritor siempre se está enfrentando a la posibilidad del fracaso. Me parece que es mucho más sencillo tener un oficio común y corriente, ganarse la vida yendo a un lugar, llegando a la casa y desentendiéndose, poniéndose a leer o a correr, o ver la televisión y librarse de la obsesión de tener que pensar en lo que quiero escribir. Hay mucho trabajo detrás de cada palabra escrita, yo creo que por eso la profesión de escritor seduce.