Algunos se cerraron, otros vendieron o cambiaron de razón social.
En Calarcá, el segundo municipio más importante del Quindío, las personas que solían frecuentar los tradicionales bares, discotecas o fondas se encontraron con que los dueños de esos lugares no econtraron alternativas de acceder a ingresos y se vieron obligados a cerrar o a ceder sus locales. Muchos de estos sitios son hoy boutiques, cafés o restaurantes por los efectos devastadores de la pandemia en la economía.
De esta manera el virus acabó con el sustento de las familias que dependían de estos negocios de distracción y de rumba.
Algunos asaderos callejeros y vendedores ambulantes que colateralmente se beneficiaban de estos sitios, también dejaron de ganar su sustento. Muchos amigos y enamorados ahora no cuentan con esos espacios para departir al son de la música, el baile y unos tragos de licor que se tomaban para salir de la rutina.
La pandemia literalmente dejó con un guayabo moral, monetario y de nostalgias a los calarqueños.
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