Historia / SEPTIEMBRE 24 DE 2023 / 2 meses antes

Cumplimiento de la Ley y rutas especiales en defensa del Paisaje Cultural Cafetero

Autor : Roberto Restrepo Ramírez / Especial para LA CRÓNICA

Cumplimiento de la Ley y rutas especiales en defensa del Paisaje Cultural Cafetero

Casa de Filandia que fue demolida días después de junio de 2011, cuando se incluyó el PCC de Colombia en la Lista de Patrimonio Mundial.

El Paisaje Cultural Cafetero de Colombia - conocido más popularmente con la sigla PCC - es un reconocimiento que el máximo organismo de Naciones Unidas para el cuidado del Patrimonio Mundial, Unesco, ha otorgado a un país como el nuestro y - por supuesto -  lo ha extendido al mundo entero.

Esto fue algo que ocurrió hace doce años, el 25 de junio de 2011, cuando la noticia sorprendió a muchos colombianos. Aunque para la gran mayoría de compatriotas fue una información más, dentro de las importantes inclusiones que Unesco hace cada año en una Lista del Patrimonio Mundial. Aquí es donde se presenta la primera consideración que ha llevado a error permanente en la percepción ciudadana. No es una declaratoria la que los colombianos conmemoramos en estos días. Es un orgulloso acto de inclusión del PCC en esa lista privilegiada, a la que aspiran con ansia muchas naciones del orbe, pero pocas son tenidas en cuenta. Es un largo proceso de estudio de todos los aspectos inherentes a la aspiración de cada país de estar en esa prioridad de conservación, cuidado y protección de bienes materiales o de manifestaciones culturales que, desde ese momento, son ya de responsabilidad de todos los países comprometidos. En esa situación aventajada se encuentran, para Colombia y para el mundo, los Parques Arqueológicos de San Agustín y Tierradentro y el Carnaval de Barranquilla, por ejemplo, y solo para mencionar los bienes y expresiones de la cultura colombiana más conocidos. Aunque también están los “Conocimientos de los Chamanes Jaguares de Yuruparí”, para referirnos a uno de los más ignorados- pero de igual importancia - en el planeta.

Cuando el PCC llegó al análisis concienzudo de Unesco, ya Colombia lo había considerado (o declarado) de importancia para la región donde se generaba el propósito de preservación del bien cultural. Se puede decir que, desde mediados de los años noventa del siglo XX, algunos municipios del departamento de Caldas ya habían proyectado  sus conjuntos de arquitectura tradicional de bahareque a la consideración de Patrimonio Mundial. Fue realmente en el año 2000 cuando, en el seno deliberante de un evento en Manizales, se consideró que tal aspiración sería extendida a los conjuntos de otros municipios del Eje Cafetero. La Cátedra Unesco, que sesionó entonces en la capital de Caldas, no solo estaba pensando en esta estrategia de conservación de una técnica constructiva tan histórica y forjadora de identidad, sino que ya veía al bahareque y su extensión a las tradiciones del entorno cafetero, con una visión integral del Patrimonio Cultural.

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La documentación que sustentaba la petición de inclusión del PCC llegó a París en 2005 y allí comenzó la gestión de los departamentos que hoy ostentan ese reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. Aunque Quindío, Caldas y Risaralda, junto con el Valle del Cauca en su región norte pertenecen al PCC, es bueno recordar que, a principios del proceso, también estuvieron el sur de Antioquia y el Tolima. Pues allí, especialmente en Sonsón y Líbano, entre otros municipios, también persiste la construcción más que centenaria del bahareque. Por eso llama poderosamente la atención que hoy el Tolima vuelque nuevamente su atención a la pertenencia sustancial en el territorio del Eje Cafetero, a través de los órganos de planificación regional.

Pero la situación más importante del asunto que rodea al PCC de Colombia no estriba en su existencia como Bien Cultural mundial. Y tampoco en que el turismo arrollador y masivo que nos invade sea el generador de las grandes olas de visitantes nacionales y extranjeros que llegan a diario a cada uno de los 51 municipios del PCC. Es la ausencia de una apropiación social hacia los componentes patrimoniales que hacen rico, diverso y excepcional al PCC. Esos valores de una singularidad sin par están contenidos en sus 16 atributos, algunos de ellos fundamentados en la importancia de la producción del café y otros en la órbita del Patrimonio Natural, Arquitectónico, Arqueológico y Urbanístico.

Si hacemos un balance y prospección del estado de los bienes patrimoniales que pertenecen a estas esferas, no encontramos el mejor panorama. Como caso significativo, el bahareque es todavía despreciado. Tres semanas después de aquella fecha de 2011, cuando ya el PCC era incluido en la Lista, una simbólica construcción antigua fue demolida en Filandia. Y ello no se detiene, hasta el punto de encontrar que, doce años después, han desaparecido conjuntos significativos de bahareque o se ha constatado que dichas casas han sido indebidamente refaccionadas o modificadas para ponerlas funcionalmente útiles al turismo depredador.

La guaquería (o saqueo) de las tumbas prehispánicas es todavía una constante en este territorio,donde hace más de nueve mil años se asentaron los grupos humanos que hoy noshan dejado evidencias de su vida doméstica y ceremonial.Visto ese pasado en sus piezas de cerámica, orfebrería y otros artefactos, aquellos testimonios hoy son birlados y traficados sin conciencia arqueológica.

La realidad del deterioro de los recursos naturales no renovables y de la destrucción de los bosques, así como las amenazas representadas en el aumento del cultivo del aguacate hass y la extracción minera, van contra la preservación de uno de los Paisajes Culturales más singulares del mundo. A propósito, nada ayuda en la estrategia de apropiación social del PCC  el que se desconozca el significado que tiene la categoría de Paisaje Cultural, no como valor turístico, como sí en el orden histórico que ello representa.

El Patrimonio Urbanístico del PCC tampoco se considera en la visión integral. En Armenia, por ejemplo, mientras desaparecen los escasos  sectores de sus casas antiguas, muchos bloques de apartamentos nos roban la contemplación del paisaje cordillerano a los ciudadanos de a pie, los que todavía queremos otear la belleza natural de las montañas. Aunado a ello, la ausencia de  estudios de capacidad de carga y de la disponibilidad del recurso hídrico hacen que se proyecten las ciudades deshumanizadas que estamos creando.

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Se insiste actualmente en la defensa del PCC de Colombia o de su permanencia en la Lista de Patrimonio de Unesco. Aunque ello es necesario, incluso para que irónicamente predomine el sentido avasallante del turismo, es mucho más trascendental que la ciudadanía se apropie del proceso que garantizará su supervivencia. En un territorio que no queremos conocer, ni valorar y cuidar para las generaciones futuras, se debe pensar en la oportunidad de transformar nuestras actitudes en aras de conservar las tradiciones de la cultura cafetera y los íconos materiales que la han sustentado. El PCC es de todos y es  necesario, entonces, que la segunda década de su existencia sea la de la conciencia patrimonial y de defensa del territorio que habitamos.

En defensa del territorio, que es uno de los puntos álgidos - pero también el más importante - se han proyectado muchas medidas bajo el abrigo del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia. Entre ellos está la conformación de la Comisión Técnica Intersectorial en el año 2018.Pero han sido escasos los logros en estos doce años. Por eso llama la atención la última medida, la Ley 2323 del 5 de septiembre de 2023.

Se destaca, en esa Ley, en el parágrafo del Segundo Articulo, la priorización de las Asambleas Departamentales y los Concejos Municipales en las acciones de preservación, conservación y descontaminación de los recursos hídricos del territorio. Esta es la más importante medida pues, por sentido común, las poblaciones que han trazado su esperanza en el turismo no podrán cumplir con esas expectativas si no se garantiza la provisión de agua para las comunidades.

Además de la citada Ley - en la que se colocan desde ahora todas las expectativas - se ha pensado en otra estrategia, ligada a la necesidad urgente de conseguir la apropiación social del PCC de Colombia por los habitantes del Eje Cafetero. Es la realización de rutas culturales, pues se convierte también en otra forma de proteger el territorio, en este caso, de las nefastas consecuencias del turismo masivo y depredador.

Para el Quindío, las siguientes podrían ser las rutas de turismo histórico y cultural, como modalidad que más se acercaría a ese propósito:

 - La ruta de la piedra. Que también podría llamarse la ruta del arte rupestre. Es la ideal para el municipio de La Tebaida, curiosamente el único municipio que está por fuera de la jurisdicción del PCC, pero que es el más fuerte en la posesión de Patrimonio Arqueológico, como son los petroglifos( grabados en piedra).

 - La ruta del bahareque. Recomendable para el municipio de Pijao, pues  ha demostrado este poblado que la conservación de las casas tradicionales es una prioridad, en razón del título internacional que ostenta, conocido como la “Ciudad sin Prisa”.

 - La ruta de los cementerios patrimoniales. Se desarrollaría en los municipios que tienen panteones funerarios antiguos, levantados a principios del siglo XX, como son Circasia, Salento, Quimbaya, Calarcá y Filandia.

 - La ruta de los “gavilanes” en Pijao. No son aves, es el nombre que se les ha dado a los árboles nativos que se encuentran en el sendero cercano al municipio, rodeándolo, y que permite a los caminantes divisar esplendorosamente el paisaje.

 - La ruta de los museos en Filandia. Son cuatro espacios de exhibición. El Centro de Interpretación del Bejuco al Canasto, el Museo Casa de los Abuelos, el Archivo Histórico y Fotográfico y el Museo del Disco.

 - La ruta de la arqueología en Quimbaya. Comprende la visita al Sitio Tumbas de Cancel del Instituto Quimbaya, en conexión con la Muestra Arqueológica de la Casa de la Cultura y el petroglifo ‘El Oro’ en la vereda La Australia.

 - La ruta de la Historia en Armenia. Comprende la visita al renovado Museo del Oro Quimbaya, el yacimiento de las tumbas de cancel del barrio Montevideo Central, el xilópalo (árbol fosilizado) de la Universidad del Quindío, la muestra arqueológica de la Gobernación y los últimos vestigios arquitectónicos del barrio Alcázar.

- La ruta de la guadua y la tradición en Córdoba. Se compone de la visita a la Galería Flor de Café, donde se encuentran las réplicas artísticas elaboradas de pequeños trozos de bambú, que dejó el líder artesano Jair Londoño. La visita a la casa tradicional de la familia Salgado, una supervivencia de la vivienda campesina en el casco urbano. Igualmente, las instalaciones de la Casa de la Cultura, construida de este material vernáculo.

-La ruta de la Historia en Génova. Se parte de la Plaza Café, donde se exhiben las urnas arqueológicas de la cordillera, se continúa con la visualización de las conservadas casas tradicionales del centro y se termina en la más hermosa de ellas, Villa Gloria.

 - La ruta de la memoria visual y arquitectónica por las calles de Calarcá. El principal destino de visita turística es el Museo Gráfico y Audiovisual, legado del fallecido gestor cultural Luis Fernando Londoño, en las instalaciones de la Casa de la Cultura.

 -  La ruta del Paisaje en Buenavista. En este municipio se puede perfilar la posibilidad de una ruta étnica, con la participación de los cabildos indígenas embera chamí asentados en la localidad.

 - La ruta de ‘la historia más antigua’ en Montenegro. El elemento museográfico de piedra más interesante  del Quindío (llamado punta de proyectil por la arqueología), con una antigüedad estimada  de nueve mil años, está exhibido en la Casa de la Cultura, al interior de una vitrina.

- La ruta de la historia arquitectónica y fotográfica de Salento. Se pretende hacer el recorrido urbano y visibilizar dos espacios, el Museo Fotográfico de la familia Franco y el Puente de la Explanación, monumento construido hace décadas como parte del complejo ferroviario.


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