La de ahora es una guerrilla sin ideario político, son criminales y negociadores del narcotráfico.

Al presidente la República hay que avalarle su entusiasmo por lograr la paz total y habrá que darle el compás de espera necesario para saber si va por el camino correcto, lo cual no es óbice para señalar, desde ya, algunas salidas en falso y que está repitiendo errores que la historia ya le endosó a quienes desde la presidencia han tenido el mismo propósito en los últimos treinta años. La criminalidad que hoy enfrenta el gobierno nacional es diferente, muy diferente a la que tuvieron que lidiar los anteriores presidentes. La de este tiempo es una nación en la que fruto de la impunidad, la corrupción y la errática administración de justicia de las últimas décadas se han incubado nuevas formas de violencia. A la desgraciada herencia terrorista de las Farc, el ELN y las autodefensas hay que sumarles toda suerte de grupos armados ilegales con una asombrosa habilidad para adaptarse, fortalecerse y reinventarse.
Incluido el del gobierno Santos, los acuerdos de paz firmados han sido imperfectos y soportan toda suerte de críticas, especialmente las provenientes desde territorios y de personas cuya única referencia que tienen de la guerra en Colombia son los reportes de los medios de comunicación. Por eso es común escuchar de muchos que exijan paz, pero con mano dura y sometimiento a la justicia, sin ninguna posibilidad de negociación y con resultados inmediatos. Lanzar dardos contra los pasos en falso de quienes por la vía del diálogo sueñan con el cese al fuego es una característica de quienes no han podido entender que los muertos de la guerra en Colombia ya no se pueden contar en centenas. Otra lectura tienen quienes se acuestan y despiertan escuchando el sonido de fusiles; qué paradójico, aquellos que han llorado los muertos de la eterna violencia en Colombia son quienes más creen en el diálogo para lograr la paz y están más dispuestos a perdonar.
La paz total que pregona el presidente Petro es la ruta, ojalá se aparte de tanta terquedad que ha mostrado durante estos primeros ocho meses de mandato para que no reitere errores de sus antecesores. Esa complacencia que se le criticó al presidente Pastrana, al despejarles varios municipios a las Farc, sin recibir a cambio un verdadero gesto de paz; o la benevolencia de Santos, al permitir que esa guerrilla pusiera bombas y matara mientras “negociaba”, tienen su versión 2023 en el comportamiento que ha tenido la guerrilla del ELN luego de la ruta de negociación planteada por el equipo designado por el presidente de la República. Ese dolor de país al enterarse que cuatro menores de edad indígenas fueron asesinados al tratar huir de las garras del sanguinario ‘Iván Mordisco’ que pretendía reclutarlos, más las mortales emboscadas a varias patrullas de la Policía y unidades del ejército, son acciones que este gobierno no puede tolerar y ante las cuales los gobernados están esperando acciones diferentes a las de quienes otrora gobernaron.
Cualquier proceso de paz, por imperfecto que sea, se refleja en menos actos criminales. Por eso, esa debe ser la ruta, pero sin genuflexiones ni concesiones extravagantes. Lo otro, en lo que no se puede equivocar el presidente de los colombianos es en el debilitamiento de la Fuerza Pública. El sueño de la Paz Total, seguramente, tendrá el respaldo de la mayoría de colombianos, especialmente de quienes hoy siguen siendo víctimas de la guerra, claro está, si ese sueño no implica, por cuenta de una actitud terca, displicente y complaciente del presidente Petro, vivir una pesadilla.