Editorial / ENERO 29 DE 2023

Señales

Los letreros, cada vez más grandes y variados, en lugares públicos, pidiendo buen comportamiento, son señales de la degradación humana.
 

Señales

De un tiempo para acá los lugares públicos, las empresas y las instituciones educativas se han llenado de avisos pidiendo a las personas abstenerse de realizar acciones nocivas, contrarias a la convivencia y que ponen en riesgo su integridad física y la de los demás. A las habituales señales, útiles como las que más, como por ejemplo: piso mojado, transite con precaución, alto voltaje, prohibido el paso, pintura fresca, y similares, se han tenido que sumar toda suerte de mensajes que no debieran usarse porque se supone no es necesario advertir cosas tan obvias pero, lastimosamente, toca, porque el ser humano se empeña en dañar y hacer daño. La especie viva más evolucionada reitera toda suerte de comportamientos violentos, molestos y destructivos, que afectan lo que es para su beneficio y el de los demás.

No hay razón, pero toca advertirles a los visitantes de un parque, mediante un aviso que además ignoran, que por favor no arrojen basura y que recojan las heces de sus mascotas. Algo tan elemental como mantener aseado el lugar que se habita, no parece importarles a muchos y por eso, con más desespero y molestia que afán pedagógico, se tienen que exhibir carteles de todo tipo y para todo, incluso clavados en árboles. No pisar los jardines, arrojar la basura en su lugar, no arrancar las flores, este garaje está en servicio por favor no parquear, haga la fila, respete el turno, todo billete falso se rompe, limpie los zapatos antes de entrar, no suba los pies en la silla, no corra por las escaleras, entre otras señales, se publican como implorándole al ciudadano que se porte bien y, de paso, con suma diplomacia pero merecido, para recordarle que está actuando como el ser más irracional. Pero no hay caso, los erráticos comportamientos continúan y por es cada vez hay más señales.

¿Por qué habría que advertirle, mediante letrero en la pared, a quien visita una biblioteca, que haga silencio, que no arranque las hojas de los libros, que no coma en el lugar, que no raye los libros y que los devuelva? ¿Acaso quien visita una biblioteca no tiene claro en qué lugar se encuentra y podría intuir un mínimo manual de comportamiento sin que tuviera que mediar para ello toda suerte de avisos de advertencia? Qué mal habla de quienes se están formando en un colegio o universidad que al entrar al baño que con tanta urgencia requieren les tengan que pedir, vía letreros, que por favor no rayen las paredes, que suelten el agua cuando terminen para dejar el sanitario limpio y que arrojen los papeles al dispositivo destinado para tal fin, que no dejen la llave del lavamanos abierta, etc. 

Casi todo lo que cada cartel advierte, salvo los usados para garantizar la integridad física y explicar procesos, se cae de su propio peso. Se llenaron los espacios públicos de carteles con mensajes obvios que no hacen otra cosa que confirmar la pérdida de valores del ser humano, el poco respeto por el otro, el egoísmo de muchos, la falta de cultura ciudadana, el desamor por el territorio, la negligencia y el afán por exigir derechos, pero la resistencia a cumplir con los deberes.

Mucho es lo que se tiene que reflexionar, en silencio y de forma individual, y en voz alta y de forma colectiva, sobre qué tipo de ciudadanos están formando los hogares, las escuelas, los colegios, las universidades, las empresas y el gobierno. Las señales cada vez son más desalentadoras. La frase que reza: Educar al niño para no reprender al adulto, aceleradamente, está cayendo en la obsolescencia porque al niño, como al adulto, habrá que educarlos con la misma urgencia y casi que en lo mismo.


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