Opinión / MAYO 26 DE 2023

De Carmelina a Rómulo

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Las ciudades son libros abiertos, escritos y reescritos por sus habitantes. En ellas, construidas al lado de un río, conviven seres humanos con el sueño, casi siempre, de convertirse en otros.  

Las ciudades griegas eran diferentes a las romanas y las aldeas españolas mucho distaban de esos pueblos italianos, bulliciosos y alegres cerca del mar. Había en los poblados, y después en las ciudades, una manera de ser auténtica. En mi caso, recuerdo que Calarcá era distinta a Armenia, y esa variación, el color local, era un orgullo de provincia. Una seña de identidad.  

En el libro de relatos Los Dublineses, de James Joyce, en quince historias, el autor nos dice cómo fue Dublín a principios del siglo veinte. Cuando publicó el Ulises, el autor dijo que, si alguna vez destruían su ciudad, su escenario de ficción, la misma podría ser reconstruida en la realidad piedra a piedra siguiendo la ruta de la novela. 

Armenia, en mi mente, se podría rediseñar o al menos rememorar, de acuerdo con la obra y la vida de sus compositores de música andina y, también, en los versos y en los lugares habitados por Carmelina Soto, nuestra gran escritora. 

Ella caminó airosa por el Parque Uribe, rumbo a su escuela, y puso sus zapatos, trazando una ruta de amoríos y pasiones por el centro de la ciudad, en cercanías a la antigua galería.  Como un fantasma, nos visita, con sus poemas, para poblar de otras ilusiones este territorio, y nos repite al oído:  

“Ciudad mía que a veces me parte las palabras con sus montañas altas y su piel verde oscura/Sus ventanas abiertas se beben el paisaje y el sol… a sorbos largos” 

En la misión de devolverle a Armenia la poesía y la memoria de su escritora, tratamos de hacer florecer la Casa cultural Carmelina Soto. Sandra, Lucelly, Tania, Rosa Elvira, Adriana, Rocío, Anid, Umberto, y muchos otros que apuntalamos esa ilusión, todas, intentamos que la poeta vuelva a su hogar: las aulas de clase, las calles, las canciones y las conversaciones de los ciudadanos. Carmelina pertenece a una memoria viva. 

Hoy el cantautor Rómulo Castro, panameño, llega al Museo Musical del Quindío, la morada de Martha Cecilia Valencia y Álvaro Pareja en el parque Uribe, para contar, mientras apoya a la casa Carmelina, la ruta de su extensa y cualificada obra musical. 

Viene desde Panamá a darle un beso a la poesía de Carmelina. A cantar sus propias composiciones, que a solas o en colaboración ha convertido en un itinerario por su país y por el mundo caribeño. 

La alianza de Rómulo Castro con Rubén Blades fue convertida en premios Grammy, con los discos La Rosa de los vientos, 1996, Tiempos, 1999, y Son de Panamá en 2015. Dos de sus canciones hacen parte de la antología, hecha por británicos, de música centroamericana.  

Rómulo Castro, esta noche con sus canciones, nos hará pensar que un pueblo puede descifrar su destino a través de la poesía.  


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