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A lo largo de más de mil años, Roma pasó de ser una agrupación de pueblos a orillas del río Tíber a convertirse en un imperio poderoso que se expandió a tres continentes (Europa, Asia y África). El segundo periodo de la historia romana, conocido como ‘La República’ (509 a. C. – 27 a. C.), es un ejemplo claro de una minoría que estaba al frente de los intereses colectivos y una masa que (siendo mayoría) era ajena a las grandes decisiones.
Si se piensa que los males que aquejan a la democracia son cosa de estos tiempos, se estará en un error. En Roma existían las llamadas ‘redes clientelares’ en las cuales se entretejía una trama de favores y que, básicamente, consistían en una especie de patrocinio de un ‘poderoso’ a unos ‘clientes’ (quienes, a su vez, manejaban otros de menor categoría). Estos apoyaban con su voto, hacían propaganda y presionaban a otros en favor del ‘patrón’; además, estaban obligados a hacerle un homenaje diario (conocido como ‘La salutatio’), el cual tenía lugar cada mañana en casa del ‘poderoso’ para renovarle su lealtad.
El poder de un patrón se medía por la cantidad de clientes que lo acompañaban cuando salía a la calle; mientras más numerosa la comitiva, más posibilidades tenían los clientes de obtener favores (que iban desde darles puestos en la administración, presentarles contactos para hacer negocios o abrirles paso en la política).
Pero también, era frecuente el soborno para torcer decisiones electorales y legislativas, así como los “obsequios” a inspectores tributarios y de obras públicas buscando desviar su mirada ante diversos fraudes. Los recaudadores del tesoro público ignoraban toda clase de artimañas contables a cambio de “donativos” para engrosar sus arcas. La justicia también funcionaba a cambio del brillo de los metales, los trámites solo era posible acelerarlos con dinero (gracias a la sobrecarga del sistema judicial).
Pese a la severidad de los castigos, había una doble moral, debido a que, a pesar de que era una falta grave afectar los recursos públicos, los negocios particulares no tenían límite ético alguno. Al final, pese a las duras leyes para castigar la malversación de fondos o el tráfico de influencias, todo podía comprarse y venderse: sentencias judiciales, cargos públicos, votos para favorecer contratos, entre otros.
Lo sucedido con la Antigua Roma, civilización que ha sido considerada como una de las más influyentes en la historia, sirve para demostrar que las sociedades colapsan cuando sus líderes minan la confianza y la corrupción llama a su puerta.
Adenda: A propósito de celebrarse, hoy 21 de septiembre, el Día Internacional de la Paz, vale la pena destacar la labor adelantada por la ingeniera Ana Patricia Henao, quien se desempeñó como enlace territorial de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz en el Eje Cafetero (2019-2022). Su don de gentes, disponibilidad y compromiso permanentes, fueron fundamentales para la creación de los Consejos Municipales de Paz, la construcción de paz territorial, el apoyo al trabajo pedagógico y un sinnúmero de proyectos adelantados en beneficio de diferentes poblaciones. Gente que se destaca.