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Frente a todas las personas alarmistas que hablan de vidas arruinadas por los videojuegos, hablaré de una vida que también salvaron, la mía. Con frecuencia se responsabiliza a los juegos de producir cambios en el carácter, convirtiendo a quienes los usan en sujetos aislados, introvertidos y desinteresados, sin tener en cuenta si el sujeto puede tener alguna patología siquiátrica.
El profesor Eugene Provenzo, autor de lo que en España se conoció como “Informe Harvard”, señaló: “...parece razonable asumir que el videojuego no contribuye al desarrollo de conductas desviadas entre sus usuarios, de hecho, puede ayudar a jóvenes y adolescentes en su proceso de desarrollo...”.
Recuerdo cuál fue mi primera consola, una Play 2 sencilla, un 25 de diciembre. Los videojuegos siempre han estado a mi lado. Crecí en una familia pequeña, de estrato medio bajo y jamás me faltó un plato en la mesa. Fui un caso complicado de niño, siempre en problemas, diagnosticado a temprana edad con depresión clínica, trastorno de ansiedad, TDAH y trastorno de oposición desafiante. Nunca fui demasiado sociable hasta el día de hoy, nunca me gustó el fútbol, prefería los libros. Hubo momentos donde estuve solo, completamente solo, hasta que descubrí lo que hoy me apasiona.
Los juegos de rol te meten en la piel de un personaje: un héroe, un caballero, un aldeano, un monstruo, una persona fuera de la realidad; allí se te plantea una misión que seguir y tienes que llegar hasta tu objetivo en mundos que tienen vida propia, donde vas a encontrar problemas y tienes que pensar cómo quieres solucionarlos. Los juegos te enseñan que los problemas se pueden afrontar de diferentes maneras y, así falles, está bien y es aceptado, puedes volverlo a intentar cuando estés más preparado. El fracaso es aceptable, te hace ver las cosas con perspectiva.
Recuerdo llegar a mi casa y sentarme por horas frente al televisor después de un amargo día de colegio, jugando Wall-e hasta que mi mamá me llamara a comer y luego a dormir. Recuerdo la sensación de tener el control en las manos y saber que todo estaba en orden, una costumbre terapéutica que arrastraría con orgullo hasta el día de hoy, en los inicios de mis años como adulto, algo que me ha ayudado con mis trastornos, con mi ansiedad, con la depresión.
Island es un videojuego educativo diseñado por el Hospital Universitario de Bellvitge, España. Tiene como objetivo ayudar a las personas que padecen enfermedades crónicas a entender y gestionar su enfermedad. El jugador tiene que explorar la isla, recolectar recursos y construir su propio refugio; durante el juego se encuentra con personajes que le enseñan sobre su enfermedad y cómo cuidar de sí mismo.
Los videojuegos en las terapias de salud mental no son nada nuevo para nuestra época, estudios demuestran que los videojuegos además de entretener estimulan dos regiones de nuestro cerebro, la asociada a la motivación y los objetivos y la asociada con el aprendizaje y la memoria, por lo que la estructura de desafío - recompensa termina siendo más atractiva para las personas. No estoy afirmando que los videojuegos sean una cura para las enfermedades o que reemplacen la terapia o supervisión profesional; sin embargo, sí creo que pueden contribuir a hacer el tratamiento más llevadero.