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Colombia / AGOSTO 11 DE 2024 / 1 día antes

Batalla de Boyacá: ¿qué nos dejó?

Autor : Diego Arias Serna

Batalla de Boyacá: ¿qué nos dejó?

El Puente de Boyacá que visitan los turistas, no es el mismo que quedó después de la famosa batalla, pues sufrió graves daños. Hubo que esperar 100 años para que Marco Fidel Suárez ordenara su reconstrucción.
 

La historia oficial afirma que la Batalla de Boyacá sucedió el 7 de agosto de 1819, y que fue una contienda entre el Ejército Libertador comandado por Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y José Antonio Anzoátegui y las fuerzas realistas del brigadier José María Barreiro. Se dice poco de la intervención femenina, algunas de ellas camufladas de hombres para poder combatir y entre las cuales estaban Josefa Cornejo, Manuela Tinoco, Estefanía Parra, Antonia Santos y Rosa Canelones.  Poca visibilidad ha tenido Pedro Pascasio Martínez, el niño quien con 12 años hizo su aporte. 

Importante fuel el papel de Antonia Santos, que, aunque fue fusilada el 28 de julio de 1819, su contribución en ese acontecimiento se hizo notable, porque fue la creadora de las guerrillas Coromoro y Cincelado que lucharon contra la invasión española. Asimismo, el ejército patrio se formó con negros, indígenas, criollos, mestizos, mulatos, zambos, Es decir, la lucha independentista estuvo integrada por una “bandera multicolor” de personas de diferentes orígenes y posición social. Muchos de ellos participaron a pesar de su pobreza. Hay qué destacar, asimismo, que ese suceso sirvió para detener el avance de Pablo Morillo, conocido como el “Pacificador”. 

¿Por qué hizo historia el niño Martínez? Después de terminar la batalla y viéndose perdedor el coronel español José María Barreiro se escondió y fue encontrado por aquel pequeño y otro niño conocido como El Negro José. Cuando ambos lo entregaron al Ejército, terminó la Batalla de Boyacá. Hay que destacar que a los chicos quisieron sobornarlos, para que lo dejaran en libertad, pero no se ‘vendieron’. Supongo que este ejemplo de honradez no se ha enseñado en la formación de soldados y oficiales. Martínez, con esa edad, manejaba muy bien los caballos y cuando Bolívar lo conoció, le encargó del cuidado de sus caballerizas durante las batallas del Pantano de Vargas y de Boyacá. 

Mientras se levantaron muchas estatuas a Bolívar y Santander, ellos apenas cuentan con dos monumentos: uno cerca al Puente de Boyacá erigido en 1999, y otro en Belén (Boyacá), pueblo donde nació Martínez, con una placa que expresa: “eterna gloria a los valerosos e insobornables niños próceres Pedro Pascasio y Negro José”. Pero no solo fueron los granadinos - por lo de El Nuevo Reino de Granada - los que combatieron a los españoles, también se contaba con venezolanos y una legión británica. Por eso en Ibagué está el Batallón de Infantería No 18 coronel Jaime Rookeque.  

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Formación de la Gran Colombia 

La Batalla de Boyacá fue importante porque impulsó la rebelión de otras regiones: Venezuela obtuvo su independencia con la Batalla de Carabobo; Ecuador también tenía que hacerse escuchar con la de Pichicha, Perú con la de Junín y Ayacucho y Bolivia que hacía parte del Alto Perú, se forma como país en honor a Bolívar. Se puede decir que el 7 de agosto de 1819 fue el desenlace del sueño del Libertador: “no descansaré hasta romper las cadenas del dominio español en América”. Por eso se le considera el héroe de un continente. Gesta que duró 20 años.

Además de poner fin a la campaña de Independencia con las cinco zonas liberadas, se pasa a la formación de la Gran Colombia, que como nación duró hasta 1830. ¿Cómo era el mundo de las ideas políticas al inicio de la República? Para responder esa pregunta nos apoyamos en el texto del historiador Jorge Orlando Melo: “Colombia: las razones de la guerra”. “Las justificaciones de la violencia en la historia del país y el fracaso de la lucha armada”, editado en 2021. Esto narra: 

“(…) la visión del orden social que más se expresa en los años de 1820 es la de los abogados criollos que siguen, ante todo, a Santander: su idea es que la Independencia, al permitir establecer la República, genera una nueva forma de comunidad que rompe con algunos de los principios de la comunidad tradicional; en particular, la sujeción a algunos valores de la Iglesia y la tradición. En el ambiente de la Independencia algunos puntos reciben el apoyo de casi todos los abogados y los teólogos influidos por la Ilustración: la eliminación de la tortura en los procesos penales, el castigo a los delincuentes únicamente con base en la ley previa y la abolición del Tribunal de la Inquisición (…)”.

Comenta que “la libertad de cultos, por el contrario, no tiene muchos partidarios (el mismo Nariño, que publicó en 1794 la declaración francesa de derechos en la que esta figuraba, explicó que en una sociedad donde todos sean cristianos es legítimo prohibir otros cultos) y las libertades de prensa o las aplicables a la enseñanza están llenas de cuestiones discutibles, pues no hay una tradición real de aplicación y de definición de sus límites y sus alcances”. 

La República nació con conflictos

El historiador destaca cómo las polémicas en asuntos importantes en una sociedad se manifestaron al inicio de la naciente República. Esto revela: “de todos modos, ante las primeras formulaciones de una comunidad republicana, los partidarios de una visión tradicional y orgánica empezaron a defender algunos de sus puntos de vista: hubo polémicas muy violentas contra la libertad religiosa, y sobre la enseñanza de Jeremías Bentham, Destutt de Tracy y otros pensadores políticos innovadores, entre otros asuntos”.

Hasta Bolívar mostró sus posiciones no tan ‘santas’, como lo señala Melo: “La idea propuesta por Bolívar, desde 1812, de que la Colonia había dejado un pueblo ignorante se extendió a la conclusión, también adoptada por Bolívar, en Angostura, de que era preferible que ese mismo pueblo no tuviera mucho poder. Las elecciones eran un peligro, porque llevaban a los demagogos a prometer imposibles, y repúblicas aéreas (construidas sobre la base de lo ideal, y no de lo posible), y conducían finalmente a que la ‘comunidad’ se partiera, a que se formaran ‘partidos’. Gérmenes de las comunidades liberal y cristiana”.   

También plantea el autor del libro: “a lo largo del siglo XIX, los más tradicionalistas se fueron convenciendo de que la Independencia había llevado gradualmente a un desorden creciente. Había traído una república desordenada, llena de violencia, en la que los valores cristianos eran reemplazados por la avaricia y el deseo de poseer de todos, de manera que los derechos de propiedad entraban en riesgo, y la obediencia a los superiores, a los padres, a los bien nacidos, a los cultos, se abandonaban”.

Plasmó en su texto igualmente que “la idea de Bolívar de que el pueblo era ingobernable entró a hacer parte de esta visión de la comunidad y por eso se fortaleció la convicción de que solo mediante un ejecutivo muy fuerte se podía mantener el orden con la ayuda de la religión”.  Esa idea de la unión del poder político con el religioso ha generado violencia no solo en el siglo XIX, sino también en el XX.   

Ampliar el derecho a la ciudadanía

Jorge Orlando Melo argumenta que el núcleo del desarrollo político y democrático entre 1821 y 1936 fue el esfuerzo por ampliar el derecho a la ciudadanía (primero la pasiva), la cual se concedió primero a los indios, y después, a los antiguos esclavos, liberados en 1851. En 1853 se concedió el derecho a ser “ciudadanos activos” y a votar a todos los mayores de 21 años, incluyendo a los esclavos y a los indios, pero este ensayo del “voto universal” duró solo cinco años, pues desde 1858 se volvió a un sistema restrictivo que sigue vigente, con diversos cambios hasta 1936, cuando finalmente todos los colombianos por el simple hecho de cumplir 18 años, logramos la plena ciudadanía. 

Desde el punto de vista de Melo, este proceso es importante, porque mantuvo por décadas por fuera del “pacto social”, en sentido real, a la mayoría de la población, y porque los esfuerzos de muchos reformistas por movilizar a los nuevos ciudadanos crearon múltiples resistencias y llevaron a reforzar las condiciones que, en determinados conflictos, alimentaban los argumentos que justificaban el uso de la violencia en vez del uso del recurso a los caminos legales.    


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