Autor : Natalia Trujillo Varela
El cultivo de café no solo es una actividad productiva, sino un camino para que los internos reflexionen sobre sus delitos y trabajen hacia su reintegración social.
Cerca de 6.000 plantas de café dan vida al proyecto "Libera" en la cárcel de Peñas Blancas, donde 20 internos encuentran una nueva esperanza y se acercan simbólicamente a la libertad.
En el corazón del Quindío, el centro penitenciario Peñas Blancas de Calarcá lleva tres años apostando por la resocialización de sus 1.200 internos, una de las estrategias es el cultivo de café. Lo que comenzó como una iniciativa del doctor Carlos Augusto Hincapié Franco, antiguo director del establecimiento, hoy se materializa en el proyecto "Libera", donde cerca de 6.000 plantas de café están en plena producción.
Con el apoyo de la Federación Nacional de Cafeteros del Quindío y el Sena, los internos reciben formación integral en el manejo del café. Este esfuerzo conjunto busca no solo enseñar un oficio, sino también brindar una nueva perspectiva de vida.
El mayor Gonzalo Patiño Moreno, actual director de la cárcel, explicó que los internos seleccionados para trabajar en la granja pasan por un riguroso proceso de evaluación. Aquellos que muestran interés deben cumplir con ciertos requisitos y pasar entrevistas antes de ser aceptados.
Para los 20 internos que ya forman parte del proyecto, el trabajo en la granja representa mucho más que una actividad diaria. José María Pulido Marroquín, de 85 años, oriundo de Líbano, Tolima, relata su experiencia desde los primeros pasos en la preparación de la tierra hasta el cultivo del café. “Espero al salir de aquí irme para mi finca a trabajar con mucha más experiencia porque aquí siempre he aprendido”, dice con esperanza.
Carlos Enrique Jiménez, de 52 años, encuentra en la recolección del café una sensación de libertad. “Este proceso me hace sentir con más vida y es un cambio fenomenal. Al salir pienso en hacer las cosas bien”, comparte con entusiasmo.
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Diego Fernando Torres, quien cumple su condena desde hace varios años, valora el sentido de utilidad y la aceleración del tiempo que siente trabajando en la granja. “Esto representa un cambio de vida, y uno se siente libre”, confiesa.
La jornada de trabajo comienza a las 7 a.m., con tareas que incluyen el cuidado de animales y las diversas fases del cultivo de café. Jeimmy Andrea Álvarez Cardona, encargada de la granja integral, subraya la importancia del proyecto no solo para los internos, sino también para la comunidad penitenciaria. “La cárcel es pionera a nivel nacional en la implementación de estos proyectos”, destaca.
El proceso de trillado, apoyado por el Sena y una trilladora local, es parte fundamental del proyecto. La esperanza es que esta experiencia prepare a los internos para una vida productiva tras su liberación, contribuyendo positivamente a sus familias y la sociedad.
María Camila Castro Madrid, auxiliar administrativa de apoyo a proyectos productivos, explica que los internos deben estar cerca de su libertad y tener disposición y actitud positiva para participar. La labor en la granja les permite obtener beneficios significativos en la reducción de sus penas.
Para todos los involucrados, ver el cambio positivo en los internos es un poderoso testimonio del éxito del proyecto. Con la construcción de un nuevo pabellón, se espera que la cárcel implemente un espacio dedicado al proceso de trillado del café, consolidando así una iniciativa que no solo produce café, sino también transforma vidas.
