Autor : Angélica Molina
La administración municipal tiene una campaña que promueve no hacer estos aportes en las calles.
En Armenia y el Quindío la cantidad de limosneros abunda, en los semáforos, zonas peatonales e incluso establecimientos comerciales cualquier persona puede ser abordada por alguien que le pedirá dinero bajo el argumento de no poder cubrir una necesidad básica.
La situación es más compleja cuando aquellos que salen a las calles a pedir son niños, ancianos o personas con discapacidades cognitivas o físicas, ya que realizar esa acción los expone a riesgos de intolerancia, rechazo, agresiones, ofrecimiento de estupefacientes y hasta secuestro en caso de los menores de edad.
Además, está la otra cara de la moneda, y es la de los ciudadanos que son incomodados por esta situación, pues son múltiples ocasiones en las que las personas se sienten acorraladas o acosadas y acceden a dar la limosna por sentimientos como temor y presión.
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Unos dirán que lo correcto es ayudar al prójimo cuando lo necesita, pero desconocen que dar dinero puede ser una contribución al mercado de estupefacientes que azota fuertemente la actualidad social, dado que un gran porcentaje de los individuos que se dedican a pedir, lo hacen con el fin de obtener drogas, o como ellos lo llaman, conseguir “el alivio”.
De hecho, la administración municipal ha indicado reiteradamente que Armenia y el Quindío son un destino frecuentado por personas con adicciones por los bajos costos de las sustancias y por la hospitalidad de su gente a la hora de dar limosnas.
Las soluciones propuestas por el gobierno de la capital quindiana giran en torno a contener la acción de entregar dinero, pero la problemática es más compleja de lo que parece, pues esta decisión afectaría a un grupo de individuos que realmente está pasando necesidades y por motivos de salud, personales y de desempleo no tienen otro medio para subsistir.
