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Opinión / ABRIL 24 DE 2024

De regreso a las bibliotecas

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.

¿Cuándo fue la última vez que pisaron una biblioteca? ¿Conocen alguna? ¿Saben lo que hacen en estos lugares? En principio, estas preguntas podrían sonar fuera de lugar, un tanto atrevidas. Y no quiero inmiscuirme en los gustos personales, mucho menos en los sitios que frecuentan. Solo quiero que cada persona que lee estas líneas se cuestione sobre el conocimiento y el contacto con estos espacios extremadamente silenciosos, en los que cientos e inimaginables historias se traslapan con los encuentros comunitarios, todo bajo la presencia de cientos de libros que, quizá para algunos, no huelen tan bien. 

Yo, en cambio, confieso que amo deleitarme con el olor de los libros nuevos y de los más antiguos. También encuentro altamente satisfactorio cuando piso estos lugares en donde he podido construir significativas experiencias que se vinculan a las artes, las letras y las culturas. Allí vislumbro y agarro las luces para combatir las tinieblas que se instalan por la ausencia del conocimiento y por la incapacidad de los humanos para conocerse y encontrarse. ¿Sería entonces absurdo perder nuestro tiempo en estos lugares que enaltecen el espíritu y hacen volar al intelecto?

A lo largo de más de tres mil años las bibliotecas se han transformado para darle cabida a la diversidad de las sociedades. Hoy día, por ejemplo, algunas no solo se centran en los libros físicos, también tienen una gran colección de información contenida digitalmente; además, se configuran como espacios de encuentro, en donde la cercanía y la convivencia son esenciales, así como los valores ciudadanos se van aprendiendo a partir de distintas dinámicas emocionales.  

Sin embargo, en este mundo cada vez más parecido a una distopía informativa y tecnológica, podemos constatar, a ojímetro, las pocas personas que concurren a estos lugares. De hecho, al revisar algunas cifras menos subjetivas, nos damos cuenta que en 2023 —del total de la población de una encuesta que realizó Invamer para la Cámara Colombiana del Libro— solo el 21 % de los encuestados visitó alguna biblioteca. Es decir, de 1536 personas, solo 322 acudieron a un lugar de estos con una frecuencia de una sola visita al mes. ¡Es nada!, si logramos determinar su papel y relevancia en la Sociedad. 

Tal vez no alcancen a imaginar que las bibliotecas, más que espacios físicos de almacenamiento, son en realidad refugios de la sabiduría que hacen esperanzar a quienes les habitan en cuanto al destino de esta realidad. Porque en muchas ocasiones no se le ven como espacios que deben descentrarse, a partir de la renovación de sus prácticas y de las diversas formas narrativas que están en el contexto próximo. 

Es decir, se hacen necesarias miradas que trasciendan al edificio para convertirlas en espacios de encuentros múltiples. Concepciones de bibliotecas que salen, invitan e incitan al ser; que formen y promuevan, que provoquen y comuniquen de múltiples maneras. Sitios que no se aíslen de los territorios y de las identidades. Lugares que se acerquen, que nos acerquen y nos ayuden a existir.


 


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