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Historia / JULIO 05 DE 2020 / 3 años antes

El Paisaje Cultural Cafetero y el noveno aniversario de su invisibilidad

Autor : Roberto Restrepo Ramírez

El Paisaje Cultural Cafetero y el noveno aniversario de su invisibilidad

Los ciudadanos del Eje Cafetero ya nos acostumbramos a mencionar en todos los momentos de la cotidianidad la palabra PCC. 

El 25 de junio de 2020, con poco despliegue e interés gubernamental, se celebró el noveno aniversario de la inclusión del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia en la privilegiada lista de patrimonio de la humanidad de Unesco. Fue un cumplido más, del recordatorio de fechas, que constantemente se anuncian, algunas de ellas avaladas por la institucionalidad o por las Naciones Unidas. Porque esos cumplidos incluyen desde celebrar una virtud hasta recordar una debilidad. Por eso podemos conmemorar tanto el día del Amor y la Amistad, como sumirnos en la modorra de un día internacional de la Pereza.

Los ciudadanos del Eje Cafetero ya nos acostumbramos a mencionar en todos los momentos de la cotidianidad la palabra PCC. Alguna vez hice un ejercicio de compilación oral con estudiantes universitarios, en el campo de la etnografía del habla, y le preguntamos a transeúntes y a contertulios de parques en Armenia, si conocían el significado de la sigla PCC. Un bajo porcentaje sabía que correspondía a la órbita patrimonial. Eso sí, algunos contestaron inmediatamente que podría corresponder al partido Comunista Colombiano.

La gestación de la idea del PCC se dio en Caldas, cuando se pensó en varias poblaciones —entre ellas Salamina— para la propuesta ante Unesco. Ello ocurrió a mediados de la década de los 90. Se acogió y maduró el proceso en Risaralda y en el norte del Valle del Cauca en 2001. Se recibió con mucha prevención en Quindío para impulsar la iniciativa en París, en 2003. Solo se le vieron músculos al PCC cuando entró el protagonismo de la Federación Nacional de Cafeteros y de la embajadora de Colombia ante Unesco. Desde 2005, con nervios financieros, se sentía que otra vez la economía primaba sobre lo cultural. El PCC nació en 2011 con padrinazgo fuerte. Tal vez por ello desde un principio no se veía claro el componente de patrimonio cultural, pero sí el favorecimiento del gremio cafetero.


Yipao exponiendo la tradición del municipio de Filandia, el canasto y su aporte a la cultura e historia.
 

Se desconoce la esfera mundial del Paisaje Cultural Cafetero pero se impuso, a manera de cliché, la sigla PCC. Se ignora el significado del término paisaje cultural, así como se sigue pregonando que el PCC es una declaratoria de Unesco. Se destruyen los bienes culturales materiales, así como se subvaloran tradiciones y manifestaciones del patrimonio inmaterial de la cultura cafetera.

Se desconoce en el colectivo la circunstancia de inclusión del PCC en la lista de patrimonio mundial, así como se ignoran cuáles son los otros bienes y expresiones culturales de Colombia que  se han incluido en ella.

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La invisibilidad del PCC ha sido la constante en el lapso de estos 108 meses transcurridos, desde que se divulgó, en 2011, la gran noticia que éramos patrimonio de la humanidad. Por lo mismo, repetimos con orgullo que estamos en ese merecimiento, mientras no sabemos porqué contamos con la condición de excepcionalidad, la única e indispensable para ingresar en esa ansiada lista de Unesco.


Finca tradicional quindiana.

Hasta los hoteles, las empresas turísticas y las inmobiliarias hacen su promoción con ventas de cupos, recorridos y apartamentos, que se anuncian para disfrutar el Paisaje Cultural Cafetero. No hay consistencia en las estrategias de divulgación y de apropiación social del PCC. Semanas después del 25 de junio de 2011 se autorizó la demolición de una casa centenaria de Filandia, que hoy podría ser la sede de un emprendimiento cultural. De hecho, un año antes, en 2010, allí funcionó un museo de tradiciones.

Pero lo más grave en cuanto al cuidado del patrimonio arquitectónico, que es uno de los atributos del PCC, ocurre en Calarcá y Montenegro. Se han vulnerado los términos patrimoniales que sustentan la permanencia de sus casas de bahareque. El municipio de Calarcá obtuvo un reconocimiento del entonces Colcultura, en 1986, para conservar las manzanas y casas de su centro histórico. Montenegro es el único municipio quindiano que tiene su sector urbano dentro del área principal del PCC. Son 2 mandamientos de conservación de sus casonas de bahareque que hoy, sin embargo, se derrumban sin consideración alguna.

En relación con lo anterior, también es notorio que el Quindío turístico insista todavía en llamar a la arquitectura  tradicional de este departamento como colonial.

En la preparación del documento y del historial para remitir a la sede de Unesco en París, en los primeros años del siglo XX, se excluyó a La Tebaida porque su territorio no es de tradición cafetera. Pero no se reconoció que en jurisdicción de ese municipio se encuentran yacimientos arqueológicos del arte rupestre, los petroglifos. Ese atributo del PCC, el patrimonio arqueológico, está en riesgo también por el saqueo permanente de los yacimientos por parte de los guaqueros. Tampoco se estimula la investigación sistemática para su salvamento.

Otros 2 atributos del orden patrimonial también están en riesgo. El Patrimonio urbanístico, sobre todo en Armenia, no tiene en cuenta los componentes histórico y el de la arquitectura vernácula. La capital alteró su paisaje hacia la cordillera, con los bloques de apartamentos que usurpan el paisaje a los ciudadanos. Además desaparece, como ocurre con las casaquintas del barrio Alcázar, sus inmuebles de principios del siglo XX. El patrimonio natural se afecta en el territorio por la amenaza minera, la invasión turística, la deforestación y otros factores que tampoco han reconocido a los guaduales, a los relictos boscosos, a los escasos humedales y a los páramos como reservorios del recurso hídrico.

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No obstante, en los últimos días se han fortalecido 2 procesos que pueden dar salvavidas al PCC. Son la campaña de la Academia de Historia del Quindío para la repatriación del Tesoro Quimbaya. Y la gestión parlamentaria y de otros organismos, que lograron la declaratoria de patrimonio nacional para el yipao. Solo que si esos procesos no cuentan con la dupla Estado y ciudadanía, en su acompañamiento y divulgación, se volverán vacuos en sus intenciones.

Nos queda un año para la evaluación que hará Unesco en aras de la permanencia del PCC en la lista de patrimonio mundial. Un año de nuestro aporte para que esa consideración tenga de verdad un recorrido de conocimiento, primero, para pasar a otro peldaño de valoración y llegar al de apropiación de lo nuestro. De lo único que tenemos con sabor, esencia y sentido de identidad y en relación a la cultura cafetera.


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