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Historia / ENERO 28 DE 2024 / 2 meses antes

La muerte de un fotógrafo es el vigor eterno de su producción gráfica. La despedida de Alberto López Martínez

Autor : Roberto Restrepo Ramírez / Especial para LA CRÓNICA

La muerte de un fotógrafo es el vigor eterno de su producción gráfica.  La despedida de Alberto López Martínez

A la edad de 95 años, el pasado 26 de enero de 2024, en la ciudad de Medellín, murió Alberto López Martínez, el filandeño que pasó a la historia como el “fotógrafo de las reinas”. Había nacido en Filandia, la Colina Iluminada del Quindío, el 4 de julio de 1928, una fecha en la cual ese municipio próspero del entonces departamento de Caldas se aprestaba a celebrar su cincuentenario de fundación, en la efeméride clásica que se aproximaba, el 20 de agosto.

A la muerte de un fotógrafo, sus imágenes y trabajos gráficos empiezan a tener el cariz del registro inmortal. Son los testimonios de una ocupación dedicada a las tomas inolvidables de las vivencias de otros y de los acontecimientos sociales que le correspondió presenciar, sufrir y disfrutar.

En el caso de este notable filandeño, el mundo de los reinados de belleza fue, durante 25 años, el lapso más destacado de su vida profesional. Del ambiente modesto de Filandia pasó a las pasarelas de la capital antioqueña, allá por el transcurso de los años 50. Así, Alberto conoció el panorama femenino de las majestades del país, que también lo llevó a Cartagena, donde captó con su cámara los momentos sublimes de muchas candidatas, que alcanzaron el sueño, al  ser ungidas con el título de Señorita Colombia. Otro de sus méritos fue el de lograr los registros de algunas Miss Universo, entre las cuales estuvo la primera que mereció ese logro en el país, alcanzado con Luz Marina Zuluaga en 1958 y de quien se obtuvieron dos fotografías famosas. La primera, una maravillosa toma, en la cual se ve a la beldad portando el cetro de la belleza mundial. Mientras la segunda es una simpática impresión de papel gráfico, captada al interior de su estudio “Alberts” en Medellín, donde se ve a Luz Marina dormitando y, a su lado, el fotógrafo de las reinas posando con ella, también simulando sueño de descanso.

Varias generaciones de fotógrafos estuvieron presentes en la vida de don Alberto. Y siguen vigentes con sus familiares actuales, que optaron por seguir con ese significativo oficio. Su padre, don Jesús López, fue el primer fotógrafo social de Filandia. Varios registros logrados desde la década de los años 30 del siglo XX en Filandia se le deben a este sencillo personaje. Tal vez la foto más importante, que se le endilga a don Jesús es la que muestra aglomeración de parroquianos frente a las casonas de grandes balcones, en el costado sur oriental de la plaza principal de Filandia, que además está registrada con fecha de enero de 1930, dos años después del nacimiento de su hijo Alberto.

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Pero es tal vez la foto que muestra a don Jesús, posando con su inolvidable cámara de  agüita, en la portada de una casa tradicional, la que representa el momento sublime del oficio gráfico en la vida provincial de aquella época. Es una de las reproducciones más valiosas, que don Alberto conservó en negativo de gran formato y que hizo parte, junto con otros, de sus haberes sentimentales más preciosos. Los  negativos que él celosamente guardó, y que heredó de su padre Jesús, registran facetas de la tercera y cuarta décadas del siglo XX, encarnadas en la captación de personajes, probablemente en actitud de pose, en su sencillo estudio de Filandia. Y también dan cuenta de los acontecimientos sociales de aquellos años. Entre esos  documentos visuales, logrados por el progenitor de don Alberto, también están fotos de primera comunión, como una que se publicó en el periódico local de Filandia de la década de los cuarenta.

La herencia documental gráfica de don Jesús López, representada en aquellos negativos, se une al acervo fotográfico de don Alberto que, desde ahora, con su partida definitiva, empieza a representar un legado testimonial enorme para comprender la evolución de la fotografía social en los años en que don Alberto retomó el oficio de su padre. A la muerte de don Jesús lo hereda y de esa época quedan fotografías significativas. Una de ellas es lograda en la plaza principal de Filandia, en 1966, cuando se celebraba la creación del departamento del Quindío. Se ven los toldos de lona para la venta de carne y otros productos, que se instalaban en los costados  sur, occidental y norte de aquel espacio vital de cualquier municipio, la plaza principal. Lugar que fungía como mercado en los fines de semana y como sitio de encuentro en los restantes días.

Otras fotos importantes de don Alberto, en sus primeros años de labor, son las que corresponden a las conseguidas  en su estudio de Medellín, donde captó varias poses preciosas de su hermana mayor, Esther. Fue ella la famosa poeta de Filandia, de quien también se conserva su heredad literaria, representada en libros de poemas publicados y un cuadernillo que contiene otras composiciones poéticas inéditas, consignadas  en manuscrito y con hermosa letra. Ese testimonio fue  también guardado celosamente por su familia y por don Alberto.

El núcleo familiar del fallecido fotógrafo de Filandia está muy unido a otras uniones matrimoniales del municipio, representadas en las familias de su parentela. Su padre Jesús López casó con María Antonia Martínez y fueron sus hijos la poeta Esther, el fotógrafo Alberto y Margarita, quien optó por otra ocupación noble, la modistería.

Es en el hogar de Margarita donde continúa la tradición del oficio fotográfico. La hermana modista de Alberto casó con Luis Carlos Gómez y de esa unión nacieron Luis Carlos y Ana María. Con esta última - la sobrina de Alberto - se mantiene actualmente la tradición fotográfica, lo mismo que con Laura, una de las hijas de Ana María. En total, cuatro generaciones, que han persistido en el rigor de esta ocupación gráfica.

Alberto López Martínez casó en 1954 con Lilian Ramos Restrepo, quien le sobrevive y está radicada en Medellín. De esta unión nacieron Gloria María (1956), Alfonso (1958), Jaime Alberto (1961)  y Jorge (1963), este último ya fallecido.

Los hijos de Gloria María son Paula Andrea y Juan Carlos Gallego. Los hijos de Alfonso son Alejandra y Albert. Todos, hijos, nietos  y bisnietos de Alberto residen en Estados Unidos, país que el fotógrafo escogió como su residencia, cuando viajó en 1978. Lo hizo  después de visitar Filandia, su pueblo natal, el 20 de agosto de ese año, cuando se celebraba el centenario del municipio. Estuvo acompañado de su hermana Esther y de una gran colonia de filandeños residentes en la capital antioqueña, pues no querían perderse el magno acontecimiento que representa la celebración de la primera centuria del pueblo que los vio nacer. Fue en esa fiesta donde Esther leyó el hermoso poema dedicado a su pueblo, titulado “FILANDIA CENTENARIA”  y cuando Alberto hizo otras fotografías de su terruño, la última vez que lo disfrutó.

En el país del norte se radicó y permaneció durante 35 años. Trabajó en DAVIS ESTUDIO, en la ciudad de Nueva York. Allí innovó en la utilización de una técnica fabulosa, que lo llevó a retocar negativos fotográficos. La adelantó hasta el año 2008, logrando registros extraordinarios, que también aplicó a las transparencias de su época de Medellín. El resultado es excelente, pues las fotos presentan una vitalidad en el color, que se mantendrán con el vigor, la alegría y la frescura que ellas siempre han transmitido, a pesar que Kodak, en los noventa, decidió dar fin a la tradición de las llamadas filminas. Es como retornar a esa época sublime, siempre actual en imagen, pero que trasluce los momentos de los años setenta y ochenta, pues las cámaras antiguas que  portan los personajes y los  trajes que los visten, así lo delatan. Es trasladarse al momento que refleja la sensación de estar frente al presente, pero en realidad es la realidad del pasado mágico.

Hizo varios viajes al exterior. El que mayormente registra los exteriores y paisajes es el del país de Brasil, con las playas de Río de Janeiro y sus entornos clásicos. Su cámara también captó el urbanismo neoyorquino, en especial las torres gemelas. También están los paisajes marinos con sus veleros. Y otras son refrescantes, porque captan las fotos de estudio de su familia, a principios de los años 60, donde aparece la pareja matrimonial con sus dos pequeños hijos, Gloria María y Alfonso. Llaman la atención otras tomas especiales. Las de pesca en los ríos de la provincia antioqueña, uno de sus pasatiempos favoritos. Y las que muestran el matrimonio de la reina Doris Gil Santamaría con su esposo alemán. Ellas son las de alto testimonio histórico, pues aquella reina de Colombia, elegida en1957, renunció a esa farovilidad, por lo cual la virreina, Luz Marina Zuluaga la remplazó, siendo escogida el año siguiente como Miss Universo. En las fotos del matrimonio se refleja la elegancia de Alberto quien fue un invitado especial al matrimonio. Y, también, el gesto amoroso de la pareja, protagonistas de uno de los romances más mentados de aquella década.

Con la muerte de Alberto López Martínez, sus registros visuales revivirán para siempre el recuerdo y la importancia del arte fotográfico en la historia del país. Y permitirá al “fotógrafo de las reinas” ingresar en la palestra de  fama. La de un filandeño que siempre brilló con luz propia.
 


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