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Historia / AGOSTO 20 DE 2022 / 1 año antes

Filandia,144 años. El regreso de Gaviota y Sebastián.

Autor : Roberto Restrepo Ramírez

Filandia,144 años. El regreso de Gaviota y Sebastián.

Fachadas de las casas del Bar Ganadero y la Fuente de Soda Claudia. Año 1994.

Después de 29 años, la historia del idilio de Gaviota y Sebastián regresa a la pantalla chica. Aunque es una repetición de la telenovela famosa titulada “Café con aroma de mujer”, quienes más recordaremos y entraremos en aires de nostalgia seremos los filandeños.

Desde aquella vez -cuando una productora privada de televisión presentó al mundo entero el romance basado en el libreto de un prolífico guionista- todo cambió para un pueblo sosegado, que solo estaba pendiente del discurrir diario, a través de las visitas que hacían los muy ocasionales visitantes (no propiamente turistas) y los amargados funcionarios departamentales que debían realizar sus visitas de rutina. Vuelve la trama de una serie que cambió la mentalidad de los provincianos.

Algo que podría parecer meloso e insulso en la época contemporánea -el enamoramiento de la campesina y el miembro de una “prestante” familia cafetera -fue en aquellos momentos el hecho más espectacular de la cotidianidad, porque además nos ofrecía, en vivo,la oportunidad de conocer al galán de televisión (Guy Ecker) o a la hermosa diva (Margarita Rosa de Francisco). 

La primera escena traerá los recuerdos idos. Se trata del bus de Rápido Quindío que entra a la plaza principal de Filandia y del cual se bajan la “niña Mencha” y su madre, protagonizada en la serie por Carmenza Duque. Con esta toma novelera comienza a desenvolverse la historia. La de una recolectora de café, acompañada de su progenitora protectora, que encarna además a la valerosa mujer de la vida del campo, sufrida y valiente.  

Pero lo que más activará la cámara de los recuerdos serán las panorámicas de la arquitectura tradicional de Filandia. Sobre todo, las casas que sirvieron como locaciones para la grabación de los encuentros furtivos de los dos protagonistas. Imposible olvidar sus nombres. El Bar Ganadero, la Fuente de Soda Claudia y el Café América. Los 3 espacios poseen los nombres de tradición que les asignaban a los lugares de encuentro de las plazas de pueblo y que hoy el turismo definitivamente cambió, en el vaivén del nuevo mercadeo. Los tres terminaron de manera trágica, como si el destino de la historia los hubiese destinado también al exterminio de la memoria.

Las dos bellas casas, en cuyos bajos funcionaba el Bar y la Fuente de Soda, desaparecieron en el pavoroso incendio de la madrugada del 20 de febrero de 1995. Habíamos disfrutado su soberbia constructiva en la visualización de la novela, que se proyectaba desde un año antes (1994), cuando las llamas cumplieron el papel destructor de una de las cuadras más bellas. También sucumbieron dos casas más, contiguas ambas al Bar Ganadero. Como un borrador de la conservación de la portentosa arquitectura local, en el año 2005 vendría la absurda demolición del Café América. 

En la obra titulada “Filandia, entre el fuego y el hielo”, el escritor filandeño Orlando Aguirre, así describe al Bar Ganadero: 

“...Se perdió buena parte de la arquitectura paisa del pueblo. Se fue el Bar Ganadero con sus merengues y sus baterías que en las noches de diciembre y en las fiestas aniversarias hacían vibrar los ánimos con el retumbe de sus instrumentos. Y ya no se puede observar el paso de Filandia desde los quioscos de su terraza; ya la “Gaviota “romántica, rebelde y altiva no bailará más en sus escenarios...”. 

El Bar Ganadero nunca fue reemplazado. No se podrá reconstruir el ambiente de alegría de aquel establecimiento, que en su segunda planta había albergado en los años 50 a una de las posadas más famosas del pueblo, llamada “El Peregrino”. Y tampoco se devolverá el espíritu fiestero de aquel sitio. O la agradable escena de los caballos amarrados a la rejas y puertas del Bar, mientras en su interior los jinetes tomaban aguardiente o cerveza Póker, al ritmo de la música de parranda. 

Aunque hoy existe todavía el Bar Claudia -por el gesto de perennidad y agradecimiento de unos hijos hacia su padre fundador, don Humberto Hoyos- el recuerdo de la entonces llamada Fuente de Soda Claudia está en la mente de cada uno de los filandeños como el albergue para la familia en sus ratos de esparcimiento. Se escuchaba la música de corte sentimental, en especial las canciones de Claudia de Colombia, y de ahí su nombre para el apacible salón. Estaba en los bajos de la casa de la educadora y exalcaldesa Ester Marín de Peláez y fue escogido el recordado espacio para grabar los encuentros románticos de Gaviota y Sebastián. En un intento por salvar algunos objetos simbólicos de la fuerza de las llamas, solo se pudieron recuperar la greca (cafetera antigua) y el aviso de acrílico, que hoy se exhiben en un museo local. 

Del Café América quedan los recuerdos de la música de carrilera que sonaba en su interior. Con su demolición se privó a Filandia de gozar de un ambiente pueblerino de los sábados y domingos. Porque el fulgor del turismo - que ya invadía los espíritus transformadores de los habitantes de principios del siglo XXI - llevó a desaparecer esa casa esquinera del sector norte de Filandia.

Del café bullicioso se recuerda el sonsonete de las melodías de arrabal, que se repetía tantas veces las pidieran los ocupantes de sus mesas, generalmente campesinos que venían al mercado del fin de semana. Algunas escenas de la novela también se rodaron en su interior, sobre todo porque ese lugar representaba la otra faceta del pueblo cafetero, encarnada en los juegos de billar que albergaba.  

La visualización de la icónica novela permitirá -eso se espera- recuperar el valor y aprecio hacia la arquitectura vernácula, que se pierde poco a poco. Y también recordar la autenticidad del color original de las fachadas, el azul o verde pastel, porque hoy la multiplicidad de colores de alto tono nos ubica en la tónica de un pueblo tropical y costero, muy alejado al del ambiente campesino de montaña que recreó la producción audiovisual en su primera versión. 
 


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