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Quindío / OCTUBRE 24 DE 2021 / 2 años antes

La más elegante y alta en el Camino del Quindío

Autor : Álvaro Hernando Camargo Bonilla Vigía del Patrimonio, miembro de la Academia de Historia del Quindio.

La más elegante y alta en el Camino del Quindío

Durante muchos años, los frutos de las palmas de cera fueron base para la alimentación de ganados (porcinos y vacunos). 

El Ceroxylon quindiuense o palma de cera del Quindío —árbol nacional de Colombia— es una de las más de 250 especies de palmas que existen en Colombia. Originalmente descrita por Humboldt, Bonpland y otros viajeros ilustres, con el nombre de Ceroxylon andicola. Expedicionarios que dieron noticia al mundo de la presencia de los colosales y enmarañados rodales de palmas que les dificultaba su caminar, por donde solo los tigres, monos, tapires, y loros se desplegaban por estas intrincadas selvas de palmas y árboles, como pedro por su casa.

Los más grandes relictos de Ceroxylon quindiuense en Colombia se ubican en la cordillera Central a partir los 1.800 y hasta los 2.900 metros de altitud.

En el Quindío hace presencia en el cañón del alto Quindío, principalmente ubicado en el valle de Cocora, en inmediaciones de una antigua fonda denominada “Chuzopelao”. En el Tolima, en la ladera Oriental de la cordillera, a la vera del camino, a partir del antiguo tambo de “La Ceja” y el valle del “Tochecito”. 

Estos sitios revelan los más grandes y colosales palmares mecidos por los vientos, semejando sus verdes penachos y nacarados estípites de más de 50 metros de altura, columnas de marfil que, cual hilos de plata, serpentean sobre los cerros pincelando el paisaje con su salerosa y elegante presencia.

Recolección de la cera

 Apelaban a dos métodos de cosechar la cera de palma. Uno, consistente en derribar las palmas y raspar su cera de tallo. Otro, más racional, fundamentado en trepar a las palmas y raspar la cera. De cada palma se obtenían de 8 a 10 kilogramos de cera, y en el transcurso de un mes, un operario podía recolectar de 8 a 10 arrobas en un mes, que se vendían en Ibagué.

La palma históricamente fue utilizada por habitantes y viajeros de la montaña del Quindío como materia prima en la elaboración de algunos bienes y servicios. Sus hojas se usan para techar viviendas y sus estípites para elaborar lanzas, arcos, etc.

Uno de los usos más significativo fue la utilización de la resina fijada a su tallo, que se sometía a ebullición en agua, paso que permitía subir en forma de aceite que se retiraba, se secaba y mezclaba con grasas de origen animal (sebo) u otras materias vegetales, emulsión que trascendía en una especie de cera utilizaba en la fabricación de velas.

Los frutos fueron base para la alimentación de ganados (porcinos y vacunos), los cogollos se usaban en la celebración católica de la Semana Santa en la procesión del Domingo de Ramos, y con sus hojas y tallos se constituían paredes y techos de viviendas y cercaban los ejidos.

La recuperación del Camino del Quindío, en combinación con la protección del árbol nacional, promete una atractiva coyuntura para la conservación de nuestro patrimonio histórico y nuestro patrimonio natural.

El diseño de una ruta histórica, cultural y natural por el antiguo Camino del Quindío debe estar ligado con la restauración de los tramos del camino, recuperación coligada a una infraestructura básica y consecuente con la tradición histórica, que permita la dinamización de un turismo comunitario operado por los locales, utilizando este camino como una ruta de caminera y peregrinación histórica de interés mundial, parodiando otras rutas similares, como el Camino de Santiago en España.

 A continuación, algunas citas referidas al tema:

“Constituía un buen negocio recogerla y venderla, ya que gran parte de la cera que se utiliza en las iglesias es importada y cuando se vende en forma de cirios es carísima, casi a $ 3,00 la libra”.[1]

 “A lo largo de la cordillera Central, los pobres viajeros que, en la temporada de lluvias no pueden ponerse en marcha, se ven obligados a pasar la noche en el medio del bosque y construirse un refugio improvisado con hojas de palma y un pequeño techo de verdor, llamado rancho… nos encontramos en medio de un hermoso bosque de arecas. Estos árboles, —de la familia de las palmas— tienen estípites delgados y pocas, pero muy elegantes, hojas… crecen en grandes cantidades en el mismo lugar y forman bosquecitos tupidos con un efecto muy artístico. El suelo del Quindío siendo muy accidentado, estas palmitas nos rodeaban por todos lados.

El Valle de Tochecito, al que pronto llegamos, nos reservaba cuadros aún más espléndidos. Allí, todas las plantas que acabo de señalar dan paso a una innumerable cantidad de palmas de cera, notables por la colosal altura de sus estípites y la resina de un blanco perlado de la que están cubiertas”.[2]

 “Desde la plaza se domina hacia el norte la cordillera hasta muy lejos: El Quindío, el Morrogacho que cae casi verticalmente y el Páramo de Santa Rosa. El pueblo está cercado por todas partes de bosques que tienen un raro sombrío provocado por las blanquizcas hojas de los numerosos yarumos. Más allá de Salento empieza el verdadero Camino del Quindío. La subida es muy pendiente. Ya sobre este lado se ven muchas de las delgadas palmas de cera (Ceroxylon andicola), que forman en la vertiente oriental y especialmente cerca de Tochecito y Cruces verdaderos bosques”.[3] 

[1] La Nueva Granada veinte meses en los Andes Isaac F. Holton, M. A. Profesor de química y de historia natural en Middlebury College New York: Harper and brothers. 1857. Publicaciones del Banco de la República archivo de la economía nacional. Traducción: Ángela de López.

[2] El conde Gabriac Alexis, y su paso por la cordillera del Quindío. Promenade à travers l’Amérique du Sud” de l’acte de Gabriac (p.80 – p.98)

[3] Schenck, Friedrich. Viajes por Antioquia en el año de 1880. Geógrafo, economista y escritor alemán. Reseña de su paso por el Camino del Quindío.


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