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Historia / FEBRERO 12 DE 2023 / 1 año antes

Enfermedades trasmitidas por los conquistadores a los indígenas

Autor : Álvaro Hernando Camargo Bonilla

Enfermedades trasmitidas por los conquistadores a los indígenas

Foto : ILUSTRACIÓN CORTESÍA ÁLVARO CAMARGO

Las referencias de cronistas conquistadores del Nuevo Reino de Granada, refieren como hechicero al indígena que ostentaba esta dignidad, también denominado: piache, chamán; nigrománticos que curaban, adivinaban e invocaban a los dioses.

La cosmogonía de la vida se fundamenta en el animismo; cada elemento de la naturaleza tenía un espíritu y un poder de decisión sobre el destino del hombre, en ocasiones bondadoso, en otras, maligno. Salud y enfermedad dependían de la ruptura del equilibrio de poder entre ambos y del predominio de cualquiera de ellos.

La hechicería logro aciertos y desaciertos observados en la diaria intención de curación de las enfermedades con la práctica de la medicina empírica ejercida por los piaches, chamanes. Hechiceros que en sus coloquios exaltaban en pláticas melifluas a los espíritus, que si no curaban al menos influía en el espíritu de los enfermos fortaleciendo su deseo de curarse.

Para ellos, la enfermedad procedía del demonio, que se apoderaba de la persona y, para curarlo, era menester extraerlo del cuerpo del paciente, lo que se lograba a través de gritos y alaridos, imprecaciones, contorsiones, giros de los ojos, saltos epiléptoides, música de cascabeles, sonidos guturales y chasquido de dientes, entre otras cosas más.

Se remediaba con yerbas, raíces, saín (grasa de aves), peces y otros animales, seguido por un vocabulario reservado al chamán.  Ellos creían que las enfermedades casi siempre procedían del embrujamiento y que había diferentes formas de obtener los padecimientos; el aire frío, el helado viento, exponerse a la intemperie en la presencia del arco iris, bañarse después de enterrar un muerto, etc. Tenían terror a la sangre procedente del ciclo menstrual de la mujer, aludían que su presencia obedecía a la posesión de la mujer por el diablo en cada luna nueva.

En el aprendizaje para obtener la dignidad de piache y/o chamán, consumían mucho ají y poca sal; constantemente se bañaban en infusiones de cocimientos de plantas; cargaban una mochila con muchas hierbas, como accederá, ortiga, limoncillo, tabaco, coca, yagé, arrayan y cortadera. Hierbas que utilizadas más como amuleto que de brebaje para curar.

Para la mordedura de serpiente usaban la corteza del árbol denominado paloculebra, que raspaban, hervían en agua y bebían. Para curar la picadura de los gusanos urticantes, buscaban el gusano, lo mataban, luego le sacaban las tripas y se las untaban en la picadura.

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Las enfermedades más sufridas por los indígenas fueron el pian (erupción), sarna, carate, la lepra y la viruela. Contagios traídos por los españoles y trasmitidos a los indígenas que se contaminaron y diezmaron, enfermedades que llegaron en las carabelas, galeones y fragatas invasoras.

La lepra, que inicialmente la padeció Jiménez de Quesada, quien murió en 1579; y el presbítero Santibáñez Brochero, fallecido en Santa Fe en 1646, se supone que fue traída y propagada por los conquistadores.

La enfermedad que más asoló al Nuevo Reino de Granada fue la viruela, que se presentó en varias temporadas. La primera en 1566, su virulencia ocasionó la mortalidad del 90 % de la población indígena, y que los sobrevivientes, aterrorizados, huyeran a la selva, abandonando las poblaciones fundadas por los españoles. Ante su malignidad, no servía de nada los tratamientos de médicos, curanderos y teguas; nada, ni siquiera los ritos religiosos. En 1700 surgió una epidemia, que causó, tan solo en Santa Fe, 700 fallecidos. En 1782, otra infestación de dos años de duración y una cuarta epidemia en 1801, diezmó la población de la capital del virreinato en un considerable porcentaje.

Para la época, el sabio Mutis aconsejó el aislamiento y practicó la inoculación de la pústula en la piel sana; luego, para 1796, se inventó la vacuna y a principios del siglo XIX, Jaime Balmis y José Salvaní llegaron de España a dirigir la expedición de vacuna por el virreinato de la Nueva Granada.

El paludismo, conocido como malaria (mal aire) o el mal del chucchu (palabra quechua que traduce temblor), causo más mortalidad entre los ibéricos que entre los indígenas, pues éstos, ancestralmente utilizaban el remedio que se hacía de la corteza de la quina, que molían e ingerían en abundantes y concentradas infusiones.

La cura del paludismo

Para el año de 1630, enfermó de paludismo el corregidor de Loja, de la Audiencia de Quito. Juan López de Cañizales, un misionero jesuita, le dio a tomar una maceración de la corteza que le había obsequiado el cacique de Malacatos, y el corregidor se curó.

Para el año de 1638 se ha señalado la leyenda de la condesa y virreina Francisca Henríquez de Rivera, esposa de Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, cuarto conde de Chin-chón, virrey del Perú qué según se dice enfermó de paludismo en Lima, y Juan López de Cañizales, conociendo de la enfermedad de la virreina, envió unos trozos  de la corteza del árbol de quina, que lo había curado a él con especial recomendaciones de su uso, para que la condesa se salvara si tomaba el nuevo y secreto remedio indígena. La leyenda de la condesa sirvió para la primera denominación del nuevo fármaco, que hasta entonces no tenía nombre, pero ya lo tuvo, y legendario: Los polvos de la condesa.

Los jesuitas no se hicieron esperar y se interesaron por el nuevo remedio, único en la época para curar el paludismo y lo introdujeron en Italia en 1642, bajo la denominación de “Polvos de los jesuitas”.

Atacado por el paludismo, el padre Juna de Lugo, se salvó con los polvos venidos de Loja, y en consecuencia le asignó el nombre de “Polvo del Cardenal”.

A las tres denominaciones populares para la quina, se suma una cuarta, la de los españoles que la denominaron “Cascarilla”.  El paludismo causó más mortalidad entre los ibéricos que entre los indígenas, pues éstos ancestralmente utilizaban el remedio que se hacía de la corteza de la quina, que molida y concentrada en infusión se ingería en abundante proporción.

Fue en Malacatos, provincia ecuatoriana de Loja, que un indígena reveló las propiedades antipalúdicas de la quina, que en quechua se denomina Quina-Quina, doscientos cincuenta años antes de que el bacteriólogo Laverán detectara el parasito que producía la malaria.

 

Fuente: Antonio Martínez Zulaica. La Medicina del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada. Publicaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnología de Colombia. Tunja Boyacá. Ediciones La Rana y el Águila. Tunja 1972.


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